5.

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¿Qué puedo hacer?

—Buenos días preciosa —susurró papá.

Destape mi cabeza lo suficiente como para poder verlo, el me dedicó una suave sonrisa.

—Tienes que levantarte a desayunar.

Me quejé y volví taparme hasta mi cabeza.

—¿Eso fue un "no" señorita?

Volví a quitar lentamente lo que cubría mi cabeza esperando un regaño acostumbrada al trato de mi madre, pero en cambio solo encontré a papá con una sonrisa traviesa.

Sus manos fueron directamente a mis costillas moviendo agilmente sus dedos, comencé a retorcerme de la risa.

—¡Bas-basta papá! —pronuncié como pude.

Mi padre aumento las cosquillas.

—¡Aprenderás a respetar señorita!

Lágrimas de risa escapan de mis ojos cuando papá paró. Sonreí y me senté en la cama sin aguantar las ganas de abalanzarme hacia el y abrazarlo.

Amaba a mi padre, amaba sentirme querida y cuidada por el, algo que nunca había sentido con mi madre.

—Señor Vega...

Me ruborice cuando note quien era.

¿Qué hace el aquí?

Mi padre deshizo nuestro abrazo y volteó hacia el.

Por inercia lleve las manos a mi cabello peinandolo con mis dedos como pude. Probablemente estaba echa un asco.

—¿Necesitas algo, James?

—Clara me mandó a decirle que necesita hablar con usted.

Mis ojos conectaron con los de él y puedo notar que reprimió una sonrisa.

Mi padre asintió hacia él y volteó nuevamente a verme.

—Jade pequeña, alistate y baja a desayunar. Con tu madre necesitamos hablar contigo.

Lo mire confundida.
¿Qué podrían tener que hablar conmigo? ¿Acaso hice algo malo?

Como si hubiese leído mis pensamientos me dedico una sonrisa tranquilzadora para luego besar mi frente y salir a de mi cuarto sin detenerse a mirar a James, el cuál ya se estaba dentro de a mi habitación sin pudor alguno.

Nos había dejado completamente solos en mi habitación.

—¿Q-qué haces aquí? —Pregunté tajante.

—¿Esa es forma de saludarme?

Podía notar la diversión en su voz.

—Ya le has avisado a mi padre, creo que deberías bajar —hable ignorando su pregunta.

Su presencia en mi habitación me hacía incomodar, sobre todo porque no llevo brasier, ni tampoco algo más que una simple remera.

—Pero si aquí estoy perfectamente...
—me miró provocándome.

Él se acercó y se dejó caer al final de la cama, tenía su cuerpo tendido a mis pies.
James colocó sus brazos detrás de su nuca y eso provoco que su remera se suba un poco dejando a la vista su V bien marcada.

Aparte mi vista avergonzada.

—¿Te sucede algo? —me preguntó.

Me removí incómoda evitando mirarlo, mi rostro estaba seguramente rojo, mi boca se había secado y mis manos comenzaron a sudar sin saber muy bien el porque.

El color de la inocenciaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora