Aeternum [Experiencia en mi RD]

Capítulo 11.

Hufflepuff.

Estaba en clase de transformaciones, me senté al final de la fila de butacas mientras me ponía a dibujar.

Era algo que me tranquilizaba, es como mi terapia.

Senti la prescencia de alguien, un perfume masculino y un poco dulce invadió mis fosas nasales.

―¡Hola bonita!―citó con un tono amable, su voz era muy dulce.

Me gire y note a un chico Hufflepuff, no le di importancia.

―¡Oye!, te hablé.

―¿que quieres Hufflepuff ?―comenté sin ningún interés.

―Te vi un poco triste y supuse que necesitabas compañía.

¿Este pendejo que?

Realmente no tenía humor para tolerar nada 'dulce y lindo.'

―No te necesito para ser feliz y no estoy triste, así que largo.

Solo me miro con una cálida sonrisa sin moverse del asiento.

Al notar eso me giré nuevamente hacía el, molesta.

―¿no escuchaste? dije, largo.

―okey okey.―comento levantando las manos en señal de rendicion.―Lo siento, solo quería ser tu amigo.

Torci los ojos ante su comentario.―lárgate Hufflepuff, ve a ser amable con alguien más.

No quería ser grosera, sin embargo me molestaba demasiado la gente terca.

―Mi nombre es Justin Finch-Fletchley, no hufflepuff.―me corrigió.

Cuando escuche el nombre me acorde de él chico que salió en el libro de la cámara secreta.

Era nacido de muggles. Iba en mi mismo año.

―Nahoma Diggory.―dije sin emoción ni interés alguno.

―es un placer señorita Diggory.―mencionó con una reverencia.

―No puedo decir lo mismo, vete.―ordene, devolviendo mi vista a mi dibujo.

No se tomó la molestia de moverse, era demasiado terco y fastidioso.

―¿que hace una Diggory siendo Slytherin?

Arta de él comenté―No lo sé, ¿por qué no le preguntas al sombrero seleccionador? así tendrás con quien hablar y dejaras de joderme. ―lo mire molesta.

―Ya vi porque.―citó con una sonrisa burlona.

―¿Si? pues, ahora largate.―ordene elevando mi voz.

Soltó una carcajada, mostrando sus dientes aperlados.

Me tome el tiempo de verlo.

Justin tenía el cabello castaño, sus ojos eran de un café oscuro, su tez era blanca y sus labios portaban un tono rosado.

Me percaté de que sus mejillas estaban coloradas.

Levanté mi vista y el me miro con una sonrisa tierna, pero estaba cansada de él.

¿Cómo se atrevió a burlarse de mi?

En un movimiento rápido, lo tome del cuello de la camisa y lo levanté del asiento.

―¿Qué parte no entiendes de que no quiero hablar contigo ahora?
¿cuantas veces te tengo que ordenar que te vayas?―pregunté acercando nuestras caras a una distancia aceptable.