❝Yo fui la número Cero❞
Fler Hargreeves es una de los ocho niños que nació el 1 de octubre de 1989 que tuvo la suerte (o desgracia) de ser adoptada por el excéntrico multimillonario Reginald Hargreeves.
Fler es la número Cero, The Healer, pero hace...
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Hace 14 años
Klaus baja a visitarla al final de la segunda semana de su encierro en la habitación insonorizada.
Fler no lo nota al principio. Se encuentra sentada en el rincón del cuarto apenas iluminado por una sola bombilla, las piernas contra el pecho con sus manos enguantadas (los guantes que su madre le trajo la última vez que estuvo aquí), y la mirada perdida mientras repite en su mente una y otra vez las escenas de la muerte de esas personas inocentes, los que asesinó. La caída, la sangre, el dolor. Levanta la mirada y él está allí, del otro lado de la puerta transparente que mucho más adelante su padre convertiría en metal con una pequeña ventana, pero no aún.
Klaus lleva su uniforme de la Academia, su cabello está desordenado y sus ojeras son un poco más profundas que la última vez que lo vio (dos semanas caóticas pueden llegar a sentirse como una eternidad). Fler se pregunta si Ben está ayudándolo con las pesadillas y los fantasmas, si es suficiente ahora que ella no puede... Se pregunta quien lo cura cuando vuelve del mausoleo, frío y perdido, ahora que ella está aquí y no allí con él. Por supuesto, aunque estuviera afuera, no podría ayudarlo, ya no más. No puede sanar a nadie, solo le haría más daño del que ya se hace a sí mismo.
Se pregunta que está haciendo su hermano aquí. Los primeros días de su encierro, Fler fue sedada y estudiada y no recuerda más que destellos muy difíciles de traer de vuelta a su mente consciente. Sin embargo, si recuerda que su madre le dijo que las visitas le habían sido prohibidas por papá. No tenía permitido ver a nadie, y eso estuvo bien para ella. No quería ponerlos en peligro, ni tampoco ver sus caras cuando nunca volvieran a mirarla como lo hacían antes, porque dolería demasiado y se lo merecería, cada parte de ese dolor y más.
Y sin embargo, aquí está Klaus, poniendo su mano sobre el vidrio y mirándola con genuina preocupación. Como si nada hubiera cambiado, como si ella no hubiera hecho algo terrible.
—Klaus... —murmura, poniéndose de pie.
No sabe como sentirse respecto de esto, si aliviada porque él no la mira como si fuera un monstruo, o preocupqda porque así es como debería mirarla.
Klaus mueve los labios, pero Fler no puede escucharlo, ni él a ella, por la aislacíon del sonido. Así que cambia de estrategia, levantando la mano y comunicándose en lenguaje de señas.
Estamos muy preocupados por ti, papá no nos deja verte. Tuve que ser un ninja para llegar hasta aquí.
Fler aprieta los labios en una fina línea y duda un poco antes de levantar las manos para responder.
