❝Yo fui la número Cero❞
Fler Hargreeves es una de los ocho niños que nació el 1 de octubre de 1989 que tuvo la suerte (o desgracia) de ser adoptada por el excéntrico multimillonario Reginald Hargreeves.
Fler es la número Cero, The Healer, pero hace...
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Klaus no está en su habitación.
Klaus no está en ninguna habitación.
Klaus no está en la casa.
Klaus no está.
¿Dónde está Klaus?
Si esos extraños con máscaras no hubieran irrumpido en la casa hace menos de una hora, tal vez Fler no estaría tan preocupada. Klaus tiene el hábito de desaparecer, normalmente cuando se siente superado y quiere una solución “no sana” por decirlo menos. Pero Klaus es también una de las personas más leales que Fler conoce, y no huiría lejos sabiendo que todos quedaron en medio de una contienda. De niños nunca lo hizo, y tampoco ahora, pero parece que los demás lo han olvidado.
Así que Fler está sola en ésto, sin pistas ni alguna idea de porqué secuestrarían a su hermano o a dónde lo llevarían.
Dios.
Si se lo llevaron esos extraños, no hay razón para pensar que lo dejarán ir vivo...
Fler no puede perder a otro hermano, no puede, no ha Klaus, y no así.
Tal vez si Diego o Allison vieran ésto, se convencerían de ayudar... Pero Diego ya no está en la casa, y no encuentra a Allison.
Lo que si encuentra es a mamá.
Al principio, Fler no lo nota porque la ve de espaldas, siempre impecable, sentada frente a sus cuadros favoritos como siempre que bordaba.
—¿Mamá?
Ella no responde y Fler se inquieta, acercándose para mirarla de frente.
—¿Mamá estás... —cierra de golpe la boca cuando la ve.
Sus ojos están más vacíos que nunca, su brazo abierto y los cables que la mantenían funcionando cortados. Aún sostiene un bordado en el que seguramente estaba trabajando.
Lágrimas silenciosas bajan por las mejillas de Fler antes de que sea consciente de que está llorando. Se deja caer de rodillas y prácticamente se arrastra el resto del camino hasta ella. Ésto es justo lo que no quería al evitar la votación, que mamá fuera tratada como un simple objeto.
Y ahora ya no está.
Fler ahoga un sollozo y se quita lentamente los guantes para tocar el brazo de mamá con sus manos desnudas. Está tan fría como el metal, ironía. Y no hay nada que pueda hacer Fler para ayudarla. La abandonó tantos años y ahora la dejó morir.
Fler apoya la cabeza en sus faldas y deja que las lágrimas se le escapen.
Le ha fallado a alguien que amaba, de nuevo.
....
Fler no sabe cuánto tiempo pasa en el suelo frío, recordando a mamá tomando su mano, consolándola cuando nadie más podía, antes de que finalmente tenga la fuerza para ponerse de pie. Se limpia las lágrimas con el dorso de la mano antes de volver a ponerse los guantes y deposita un beso en la cabeza de mamá antes de irse.
