❝Yo fui la número Cero❞
Fler Hargreeves es una de los ocho niños que nació el 1 de octubre de 1989 que tuvo la suerte (o desgracia) de ser adoptada por el excéntrico multimillonario Reginald Hargreeves.
Fler es la número Cero, The Healer, pero hace...
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—No es necesario que...— Fler trata de intervenir, odia cuando pelean, sin embargo, Allison la sostiene de la zona enguantada de su brazo para detenerla. Fler se queda callada a media oración y aparta el brazo abruptamente, por reflejo.
Resopla y mira a Allison.
—Lo siento— se disculpan a la vez, y luego se sonríen ligeramente, aún un poco incómodas.
La verdad es que Fler sabe que es mejor que no meterse. Cuando Diego y Luther pelean, se olvidan de que hay más gente alrededor, y podrían mandarte a volar por los aires sin siquiera notarlo si te cruzas en su camino. Todos lo saben perfectamente, crecieron con esos dos y sus peleas después de todo.
—¡Dale!— Klaus anima a Diego.
Fler le dedica una mirada reprobatoria y una ceja alzada. Klaus le devuelve una mirada de falsa inocencia.
—¿Sí?
Fler sacude la cabeza, los risos blancos golpeándole las mejillas, y suspira, sonriendo ligeramente a su hermano.
Pero luego la cosa sube de nivel entre Diego y Luther. Todos se ven obligados a retroceder.
Luther termina derribando la estatua de Ben, que cae con un estruendo. Fler se estremece. Klaus suspira decepcionado. Allison se marcha. Entonces, Diego lanza un cuchillo hacia Luther.
—¡Diego no!
Es un corte preciso en el brazo, superficial. Pero, por alguna razón, desestabiliza a Luther por completo y se apresura a abandonar el patio.
—Luther...— Fler trata de acercarse a él, como si en el fondo aún le correspondiera ser el soldado obediente a cargo del número.
—No— gruñe Luther.
Fler se detiene y lo deja ir. Cuando voltea, Diego y Vanya discuten, luego Vanya se marcha, herida.
—No tenías que hacer eso— le dice Fler a Diego con voz suave, sin malicia o resentimiento, solo preocupación—, perdió a papá. Sabes que Luth...
—¡Y una mierda!— despotrica Diego en su dirección—. ¡Deja de defenderlo! Sigues siendo igual que cuando éramos niños, un maldito títere obediente.
Fler se atraganta con su respiración. ¿Cómo fue que terminaron así? ¿Tan destrozados?
—Lo siento— dice a Diego, porque de verdad quiere evitar una discusión.
—¿Lo ves? ¡Dejas que te pisoteen!— insiste Diego, pero Fler lo ignora. Camina hacia la estatua de Ben, el paraguas apoyado contra su hombro.
Se agacha junto a la estatua y la toca con la mano enguantada. ¿Sería así si Ben estuviera aquí? ¿Estarían todos igual de rotos?
