P r ó l o g o

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Dallas, Texas, noviembre de 1960

Fler Hargreeves cae de espaldas sobre el suelo de cemento con un golpe seco y doloroso que la deja sin aliento durante un instante.

Su visión parpadea un poco antes de aclararse y encontrarse con un brillante cielo soleado y ni un solo rastro de la luz azul que envolvía el portal de Cinco ni de meteoritos apunto de caer sobre ella. Resopla desde donde está acostada en el suelo.

¿Funcionó? ¿Realmente funcionó?

Y entonces algo le pasa la lengua por la cara.

Fler salta como un resorte hacia atrás en el callejón en que se encuentra, alterada por el contacto repentino porque desde hace mucho tiempo el contacto con ella para cualquier ser vivo significa la muerte, y hay cosas que toma tiempo desacostumbrar. Sus ojos, abiertos y en pánico, se encuentran con un cachorro blanco pequeño y alegre.

El cachorro sigue con vida, saltando y moviéndole la cola. Fler mira sus manos, pálidas y desnudas, y se muerde el labio para evitar un sollozo: Ella es libre, de verdad es libre.

Y entonces nota el silencio.

Aparte del ruido de los jadeos del cachorro y de su propia respiración, no ha escuchado nada más desde que cayó aquí. Sus hermanos son demasiado ruidosos para eso. Mira a su alrededor, preocupada, en efecto, ellos no están aquí. Lo único que ve es un callejón vacío y, al frente, una ciudad que no conoce. Ni rastro de sus hermanos, solo ella. Es entonces cuando comienza a alarmarse.

Se pone de pie de un salto, ignorando la protesta de sus músculos por los días de locos que ha estado viviendo.

—¡Klaus! ¡Diego! ¡Cinco! —llama, buscando a su alrededor—. ¡Allison! ¡Luther!

Ninguno de ellos está aquí. Bueno, donde sea que sea aquí.

Fler se agarra la cabeza con ambas manos, mirando a su alrededor mientras se le ocurren los peores escenarios posibles, como que todos murieron en el viaje excepto ella.

—¡Klaus!

Ellos no están aquí y Fler se obliga a respirar profundo. No puede entrar en pánico y pensar lo peor. Cinco dijo que el viaje era inestable, así que ellos probablemente lleguen aquí eventualmente, ¿no? Mientras tanto, ella necesita averiguar qué es aquí porque, aunque definitivamente no es el apocalipsis y sí lograron huir, éste lugar tampoco es Toronto.

Cuando intenta avanzar para salir del callejón, el cachorro tira de la pernera de su pantalón y le muestra la lengua alegremente, como pidiéndole su atención.

—Lo siento, amiguito —ella le sonríe, agachándose a su lado y acercando lentamente su mano para acariciarle el pelaje. Siente que podría llorar de nuevo cuando mete los dedos entre el pelaje del cachorro. El cachorro simplemente acerca la cabeza más a su mano, alegre y vivo—. Hay demasiados problemas en mi vida en éste momento —eso es un eufemismo absoluto—, no puedes venir conmigo.

Letal | The Umbrella Academy.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora