❝Yo fui la número Cero❞
Fler Hargreeves es una de los ocho niños que nació el 1 de octubre de 1989 que tuvo la suerte (o desgracia) de ser adoptada por el excéntrico multimillonario Reginald Hargreeves.
Fler es la número Cero, The Healer, pero hace...
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Es un espectáculo absolutamente siniestro el que se cierne a su alrededor. El entretecho de Harold Jenkins está repleto de posters, figuras coleccionables, dibujos y modelos a escala de la Academia Umbrella en sus tiempos dorados. Hay varios periódicos también, sobre sus misiones.
Eso no es lo que inquietante, no. Lo inquietante son las caras quedamos en las figuras, las cabeza arrancadas de los posters. El nivel de odio hacia ellos reflejado en esta habitación da escalofríos.
Fler aprieta los labios y se abraza a sí misma, mirando a su alrededor con aprensión.
Hay cosas sobre Vanya, también, fotos de cuando estuvo en el periódico por su libro. Y un poster entero de la propia Fler (que ella preferiría que no existiera. Siempre le desagradó la atención de la prensa) con el rostro pálido bajo la máscara enmarcado en un círculo y varios signos de interrogación alrededor.
—Nuestras caras están quemadas —menciona Allison, mirando los horribles pósters destrozados con aprensión.
—Parece que estaba especialmente interesado en ti y en Vanya —señala Diego a Fler, mirando a su alrededor con los dientes apretados—. El bastardo tiene graves problemas.
Fler sacude la cabeza, estremeciéndose ligeramente.
—Comienzo a sentir que es mucho más personal de lo que pensábamos en un principio —responde, su voz casi un susurro contemplativo.
—Como la mierda que sí —Diego asiente, de acuerdo. Se agacha un poco para mirar las estatuillas de colección mutiladas de toda la academia y agrega:—Repito, mierda.
—Nunca estuvo interesado en Vanya —concluye Allison con consternación—, siempre fue por nosotros.
Fler avanza hacia el póster de ella misma rallado por todas partes, estirando la mano para levantar una esquina doblada de este por la que parece haber sido levantada regularmente y que probablemente oculte algo debajo. Sin embargo, antes de que pueda levantarlo, escucha un golpe a sus espaldas que la hace voltear de inmediato, solo para encontrarse con la alarmante imagen de Cinco semiconsciente en el suelo.
—¡Cinco! —exclama Allison.
A Fler se le revuelve el estómago de preocupación y está arrodillada junto a él en un instante.
—¿Esto es sangre? —Allison pregunta mientras Fler levanta con sus manos enguantadas el chaleco y la camisa de Cinco, muy suavemente.
Oh dios.
—Herida de bala sin orificio de salida —clasifica. Ha atendido muchas como éstas en sus turnos como paramédico. Aunque, normalmente, los pacientes no han estado caminando y saltando toda la mañana antes de que los atienda—. No es reciente. Probablemente lo consiguió antes de aparecer en casa esta mañana —agrega, colocando con firmeza las manos enguantadas (guantes blancos que se tiñen de rojo como en un espectáculo macabro) en la herida de su hermano para hacer presión y evitar que el Señor Imprudencia pierda más sangre.
