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-Narra Jennie-

En cuanto vi aparece a Lisa, mi cuerpo empezó a temblar. Si ayer casi lo mata, hoy estaba segura de que acabaría el trabajo.

—Te lo repito y espero que esta vez me escuches. Aléjate de mi mujer —exigió una vez más.
Pude notar que Lisa estaba haciendo un esfuerzo para contenerse. Yo lo aprecié, así que tomé su mano para marcharnos.

—Vámonos, Lisa.

—Si, vámonos. Estoy loca por llegar a nuestra habitación —dijo mi esposa sin dejar de mirar al hombre.

—¡Son un par de locas las dos! Se merecen la una a la otra —nos gritó.

—¿Estás llamando loca a mi esposa? —Lisa intentó volverse para enfrentarlo, pero yo logré retenerla.

—Lisa, por favor, es nuestra luna de miel.

Pensé que ahora Lisa no se controlaría.

—Tienes razón, mi amor. No vamos a dejar que un idiota nos arruine el día. Voy a hacer que lo saquen del hotel.

Yo estaba segura de que hablaba en serio, así que tuve que convencerla mientras caminábamos hacia nuestra habitación.

—Lisa, no está solo. Está con su sobrino y su familia. No es justo que todos paguen por su culpa, él solo es un idiota resentido.

—Tienes razón. Sabes, hasta lo comprendo. Eres una mujer muy guapa, pero para su mala suerte, ya tienes dueña y soy yo.

—Estás loca —le dije riendo.

Cuando entramos a la habitación me sorprendió ver fresas, champán, nata, helado y pétalos de rosas por toda la habitación.

—Esto es lo que fuiste a hacer cuando me dejaste sola —dije sin evitar sonreír.

—Solo es un detalle que se me ocurrió para pasar la tarde.

—Adoro tus detalles, Lisa —le dije abrazándola por el cuello.

—Los detalles los creas realmente tú, que me enamoras cada día más.

—Qué te parece si comenzamos nuestra tarde con un baño juntas. Me voy a encargar de limpiar totalmente tu cuerpo. Ya verás lo detallista que yo también puedo ser —le dije con tono seductor dibujando su cuello con mi dedo.

—No puedo esperar para ello.

Y dicho esto, Lisa se dirigió directa al baño con las fresas, la nata y el champán.

—Te espero en el baño, no tardes, mi amor —dijo mientras se alejaba.

Mi mujer se fue y me dejó sola en la habitación. Si ella me preparó una sorpresa, yo pensaba darle otra a ella. Me quite toda mi ropa y me puse un albornoz, sin absolutamente nada debajo de él.

Abrí la puerta del baño y me encontré a mi preciosa mujer metida en el jacuzzi, llena de espuma y con una copa de champán en su mano. Al verme, su cara cambió por completo y sus ojos se oscurecieron al instante. Me apoyé en el marco de la puerta y desde allí me quedé observándola.

—¿Me has echado de menos? —dije mordiéndome el labio.

—No te imaginas cuanto. Ven, mi amor, métete aquí conmigo —dijo con esa mirada de pasión que tanto amo.

Me acerqué a ella con paso lento y andando de forma muy sensual. Una vez que llegué hasta el jacuzzi, antes de meterme en él, acerqué mi mano hasta el agua, agachándome y abriendo un poco mi albornoz, para que se diera cuenta de que no llevaba nada debajo de él.

—¿Cómo está el agua? —dije provocando aún más a mi mujer. Sabía que la estaba volviendo completamente loca con este juego.

—Ahora mismo está ardiendo. Ven conmigo ya, por favor. Necesito sentirte —me dijo casi suplicando.

—Tus deseos son órdenes para mí, mi amor.

Con mis manos, desaté el nudo de mi albornoz, lo abrí y lo fui bajando poco a poco, dejando al descubierto todo mi cuerpo, quedándome completamente desnuda delante de mi mujer. En cuanto me vió, sus ojos se salieron de sus órbitas, y la copa que tenía en la mano, se hundió en el fondo del agua.

Después de como Lisa se había comportado con el idiota de Jorge y de la sorpresa que me había preparado en la habitación, me apetecía muchísimo consentirla, y sobre todo, agradecerla por tantas cosas como me había hecho pasar en esta perfecta luna de miel.
Y sin duda alguna, mis expectativas se estaban cumpliendo. Ver la cara de Lisa al verme completamente desnuda ante ella, era toda una delicia. Adoraba esa mirada suya de pasión y deseo.

Con paso firme, avancé hasta la entrada del jacuzzi, donde ya tenía a mi hermosa mujer esperándome para entrar. Lisa alzó su mano para ayudarme a entrar, yo la cogí y entre en él.
Mi mujer intentó abalanzarse sobre mí, se notaba que estaba loca de deseo, pero yo frené sus intenciones.

—No. Hoy tendrás que obedecer mis órdenes —dije completamente seria.

—¿Qué pretendes, señora Manoban? —dijo sorprendida.

—Volverte loca —dije susurrando en su oído.

El Amor No Tiene Escape[Jenlisa]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora