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A la mañana siguiente, Lisa estaba en su casa preparándose para darse un baño y salir al único lugar a donde se dirigía en su cumpleaños desde que sus padres murieron. En eso sonó el timbre de la puerta y fue a ver quien era.

Abrió la puerta y allí encontró a la última persona que esperaba.

—Hola, Lisa —saludó con timidez Jennie—. Vengo a disculparme y a prepararte el desayuno. Si me perdonas, claro.

Lisa se sintió cansada, no estaba para enfrentarse a lo que quería o no la becaria. No ese día.

—Hola. Nunca digo no a la comida. Pasa, por favor —dijo abriendo más la puerta para darle paso.

Jennie fue directa a la cocina. Lisa la siguió.

—Traje algunas cosas porque sé que no tienes nada —explicó mientras sacaba las cosas de una bolsa y las colocaba sobre la encimera.

—Yo estaba por darme una ducha para salir.

—Ve a hacerlo mientras yo preparo el desayuno.

Lisa obedeció y se dirigió a su habitación.

<<Voy a prepararte algo muy rico, Lisa. Y no pienso dejarte sola en todo el día. Tendrás que sacarme a patadas para que no esté contigo. Nadie debería estar sola en su cumpleaños>>, pensó.

Cuando Lisa salió de la habitación, la mesa estaba ya dispuesta para comer. Era un rico estofado de mariscos con pan tostado. Un poco fuerte para desayunar, pero definitivamente se veía delicioso. Ambas se sentaron a comer.

Lisa estaba muy callada.

—¿A dónde vas?

Ésta tardó unos segundos en contestar.

—Al lugar donde voy todos los años —la abogada no dio más explicación.

—Quiero ir contigo.

—No es buena idea —dijo sin dejar de mirar su comida.

—Por favor, déjame acompañarte.

Lisa suspiró.

—Voy al cementerio a ver a mis padres y luego regresaré a casa para ver unas películas. Esos son todos mis planes —explicó y levantó la mirada sólo unos segundos.

—De acuerdo, entonces vamos al cementerio.

Lisa se sobresaltó. Sabía que Jennie podía ser muy testaruda.

—No, no, no, no. Eso lo hago sola.

Y Jennie sabía que Lisa también podía ser muy testaruda, así que tendría que convencerla.

—Lisa, por favor. Déjame ir contigo. Ni notarás mi presencia —aseguró poniendo esa mirada que le derretía el corazón a Lisa.

<<Debes ser fuerte>>, se dijo a si misma y clavó la vista en el plato frente a ella. Sabía que Jennie la miraba. Esperaba una respuesta, pero si volvía a mirarla no iba a poder negarse.

—No.

Jennie continuó en silencio como si no hubiera escuchado la negativa de Lisa. Ésta se negó a mirarla. Comió un par de bocados y no pudo más, levantó sus ojos y ahí estaba ella con su gesto de súplica.

Lisa suspiró fuertemente.

—Está bien, pero luego te vas a casa —advirtió señalándola con el dedo.

Jennie sonrió complacida.

—Si. De acuerdo —mintió con descaro y comenzó a comer de nuevo con entusiasmo.

El Amor No Tiene Escape[Jenlisa]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora