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Al escuchar su respuesta, Lisa se levantó y le tendió la mano. La llevó hasta la habitación y se le acercó nuevamente tomándola por la cintura.

—Jennie, puedes parar cuando quieras y no pasará nada —le aseguró.

—No voy a parar, pero si necesito un minuto.

—Está bien —dijo Lisa y se apartó un poco para darle espacio.

Jennie se dirigió al baño y Lisa se quedó dando vueltas por la habitación.

<<Yo siempre he sido tan controladora y ahora me siento tan nerviosa como una quinceañera. ¿Será que se arrepintió? Nunca he estado con una virgen... —pensó Lisa— Bueno, no es virgen, pero es su primera vez con una mujer. ¡Dios mío! Que nervios. ¿Qué hago? ¿La estaré presionando? —iba de un extremo a otro de la habitación— Tal vez debí esperar más tiempo. Es que siento que la puedo perder en cualquier momento y yo la necesito. Tengo que aceptarlo, estoy enamorada de ella>>.

En ese momento, se abrió la puerta del baño y Jennie salió sólo con su camiseta puesta que le cubría hasta los muslos.

Lisa la miró con ternura, con deseo y con timidez. Era la visión más sexy de una mujer dispuesta a entregarse por amor. Ella nunca vio tanta belleza. Le tendió la mano y Jennie la tomó. Caminó despacio hacia ella y la llevó al borde de la cama. La miró a los ojos buscando una respuesta y encontró un <<si>> no pronunciado y la besó.

Fue un beso con sabor a gloria.

En ese momento, Lisa lo supo. Era lo que ella había buscado toda su vida. Su presente y su futuro. Sencillamente su mujer. Acarició los muslos de Jennie y comenzó a subir la camisa lentamente, fue entonces cuando se dio cuenta que no llevaba nada debajo de la camisa. Ninguna ropa interior, nada. Eso era más de lo que podía soportar.

Lisa se tensó de deseo recorriendo el cuerpo de su mujer por primera vez. Los besos se tornaron más intensos y la camisa desapareció. Jennie ayudó a Lisa a quitarse la ropa y por fin pudieron sentirse piel a piel.

Lisa la tendió sobre la cama y fue dando besos por su cuello bajando lentamente. Lamió entre sus senos y Jennie comenzó a susurrar sonidos que no se podían entender, pero si comprender. Eran los indicios de la pasión que quemaba su cuerpo.

Cuando Lisa capturó entre su boca uno de los pezones y lo succionó, las dos gimieron de placer. Los lamió y succionó con intensidad, primero uno y luego el otro. Eran una delicia y con cada caricia le llegaban descargas de pasión a Jennie. Lisa subió de nuevo y la besó con pasión y luego se acercó a su oído.

—Sé mía, mi amor —su voz estaba más ronca que nunca.

Jennie ya no podía hablar por más que quisiera, apenas pudo asentir con su cabeza. Lisa bajó de nuevo con un objetivo en su mente: llevarla al cielo. Comenzó a besarla tendiendo un camino húmedo que la llevó hasta su vientre. Acarició su clítoris con sus dedos. Primero lentamente, haciéndola gemir con fuerza. Estaba húmeda y esa fue la señal para intensificar sus caricias hasta que la sintió lista y entonces entró suavemente en ella. Reclamándola, haciéndola suya.

Fue más de lo que Jennie pudo soportar.

Estalló en un orgasmo que la sacudió por completo. Lisa se quedó dentro de ella hasta que el cuerpo de Jennie dejó de moverse, mientras la besaba dulcemente, tiernamente. Con una devoción que sólo la mujer amada produce.

La mantuvo entre sus brazos hasta que Jennie volvió en sí.

—Lisa, fue maravilloso. Nunca había sentido algo así —apenas pudo decir.

El Amor No Tiene Escape[Jenlisa]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora