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El padre de Jennie se paralizó por la sorpresa de ver a Lisa, pero se repuso rápidamente. Movió su brazo de un tirón para soltarse del agarre de Lisa.

—Que bueno que apareciste, enferma. Porque voy a matarte por tocar a mi hija —gruñó apretando los dientes.

Lisa, por supuesto, no se amedrentó, pero Jennie intervino.

—No, papá. Déjala ir, por favor —pidió interponiéndose entre su padre y Lisa.

Lisa también estaba furiosa, pero quería mantener la calma por Jennie.

—Ven conmigo. No necesitas nada de lo que hay en esta casa —dijo mirando al hombre frente a ellas.

—Tú... —él la señaló con un dedo acusador—, enferma. Quieres contagiar a mi hija. Primero me ocuparé de ti y luego de ella —amenazó dando un paso hacia ellas.

Inmediatamente, le lanzó un golpe a Lisa, pero no una bofetada como a su hija. Fue un golpe con el puño cerrado. Lisa apartó a Jennie adivinando las intenciones del hombre y lo esquivó fácilmente, y con un sólo movimiento lo golpeó en el estomago, pero él respondió de inmediato también. Sin embargo, no lo suficientemente rápido. Lisa lo golpeó en la entrepierna y este cayó al suelo en posición fetal, gruñendo de dolor.

Al ver que el hombre no se levantaría de inmediato, Lisa alzó la mirada hacia Jennie y vio la cara de angustia en su rostro. Sabía que no había sido una buena idea golpearlo, aunque fuera un bastardo y se lo mereciera, porque a fin de cuentas era su padre y no era bueno ir por ese camino. A pesar de ello, estaba dispuesta a dejar las cosas bien claras.

En cámara lenta, Jennie vió cómo Lisa sacó un arma de detrás de su espalda. Se acercó a su padre y le apuntó. El hombre en el suelo puso cara de horror.

—Si no te quedas quieto vas a cojear el resto de tu vida —dijo Lisa con toda la calma del mundo, pero con mucha frialdad. Su voz fue realmente amenazadora.

—Estás en mi casa. Te acusaré de que entraste a robar —logró decir el hombre.

Lisa sonrió con burla.

—Que idiota eres —dijo apartando un poco el arma—. Yo soy abogada y, además, una Manoban. Tú, en cambio, eres un pobre gusano —volvió a acercarle el arma—. Puedo hacer que te pudras en la cárcel con sólo una llamada.

Jennie se quedó fría ante la escena. Era una faceta de Lisa que ella no conocía, pero sabía que hablaba en serio. Lisa tenía una actitud con ella y otra para los demás. Se dio cuenta de ello en ese momento. Y aún más cuando se meten con ella.

—Jennie, recoge lo que quieras. Tenemos tiempo —ordenó a su mujer sin dejar de mirar y apuntar al hombre en el suelo que no se movió un ápice y transpiraba a montones. Un minuto después, con toda la calma del mundo, se sentó en la cama. Tomó su teléfono y marcó—. Yuno, soy Lisa. Envía una patrulla a la siguiente dirección, por favor. Necesito que arrestes a alguien —dictó la dirección mirando con frialdad al padre de Jennie—. Si, estoy segura. Luego hablamos —hizo una pausa mientras escuchó lo que le decían al otro lado de la línea—. Yuno, por favor, que sea rápido.

Lisa cortó la llamada y Jennie se acercó a ella. Su padre se levantó con ayuda de su esposa que se había quedado en shock cuando entró y vio la escena.

—Lisa, por favor, ¿qué vas a hacer? —preguntó Jennie preocupada.

—No te preocupes, amor. Confía en mí. Es sólo un susto para tu padre. Si se porta bien, no pasará de aquí —respondió en voz baja para no ser escuchada.

—Tú, idiota —volvió a hablar al hombre—. ¿Piensas que me voy a creer eso? Te sacaré a patadas ya mismo —amenazó poniéndose firme de nuevo.

El Amor No Tiene Escape[Jenlisa]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora