Agosto

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Mientras iba dando golpecitos con los dedos en el posa brazos del asiento del avión, y su música le invadía a través de los auriculares, Luisita iba contemplando desde el cielo como la ciudad de Paris cada vez iba acercándose más.

Fue un impulso, otro más de los suyos, la que le llevó a coger ese vuelo. Ese día simplemente fue la gota que colmó el vaso en el que se estaba ahogando últimamente y aunque parecía una solución cobarde, simplemente no lo pensó, sólo quería salir de Madrid y de todo lo que conocía. Necesitaba urgentemente respirar aire nuevo y limpio, ver otros edificios, otra gente, nuevas experiencias, aunque fuese por un breve tiempo, ya que su impulsividad y su cartera sólo le había permitido pasar una noche en tierras parisinas, teniendo el vuelto de vuelta a la mañana siguiente. De repente cerró los ojos recriminándose a sí misma cuando se dio cuenta de que ni si quiera había buscado hotel para pasar la noche, "genial Luisita, no hay nada mejor que hacer en una ciudad desconocida que dormir en la intemperie para que te roben".

Horas antes estaba en restaurante elegantísimo comiendo con su novio, o más bien ya su ex novio, y ahora estaba en otro país, ella sola, que nunca iba si quiera al cine sin compañía.

Intentó calmarse cuando escuchó la megafonía que anunciaba el aterrizaje, así que guardó los auriculares y suspiró con una mezcla entre ilusión y miedo por la locura que estaba haciendo. Nadie sabía donde estaba y sabía que había hecho mal por si le pasaba algo, pero es que realmente no quería que nadie la molestara, ni si quiera a su hermana María ni a su mejor amiga Marina, a las cuales simplemente les dijo que le cubriesen en caso de que alguien preguntara por ella.

Y allí estaba ella, en el aeropuerto de París-Charles de Gaulle, intentando acordarse del poco francés que había dado en el instituto sin éxito para intentar orientarse con tantos carteles, pero es que realmente odiaba ese idioma... aún no sabía porque había elegido ese destino. Finalmente, consiguió encontrar la salida y la estación de autobuses con la ayuda de un matrimonio español que iba en el mismo vuelo, a los cuales les dio pena la desorientación de la rubia. No sabia como iba a sobrevivir la noche sola en esa ciudad.

Cuando se subió al autobús eligió un sitio junto a la ventana para poder apreciar lo máximo posible de aquel paisaje sin antes quitar el modo avión del móvil porque, aunque quería espacio tampoco quería estar incomunicada, sin embargo, al ver las seis llamadas perdidas de él como si nada y volvió a ponerse los auriculares y reprodujo Au Revoir, de Carlos Sadness, con la intención de quitarse el miedo de encima y recordar el verdadero motivo de su fuga. Sabía que había hecho mal, sabia que no debería haber huido de esa manera de aquel restaurante, ni que no debería haber llegado a ese piso que compartía con su novio, perdón ex novio, Sebastián y haber cogido su pasaporte y el poco dinero que tenía en efectivo y sobre todo sabía que no debería haberse subido a ese taxi y haberle dicho "al aeropuerto" cuando el conductor le preguntó el destino. Y sin embargo, ahí estaba, mandando a la mierda todo lo que conocía aunque fuese por día. Ni si quiera cogió una maleta pues, al ser agosto y solo ir por una noche, pensó que con una muda en una mochila sería más que suficiente.

Después de cuatro años de relación ya no se acordaba como se sentía estar sola y disfrutar de su propia compañía, y quizás nunca lo haya sabido ya que antes de vivir con Sebastián vivía en casa de sus padres, casa que no se caracteriza precisamente por el silencio y la soledad. Luisita era la mediana de tres hermanos, María la mayor y Manolín el menor, a los cuales quería con locura en secreto y odiaba cada vez que había una pequeña trifulca doméstica. Además, aparte de sus padres, Manolita y Marcelino, también vivía con ellos su abuelo Pelayo, el cual es simplemente la persona a la que aspira ser en esta vida.

Entre tanto pensamiento, la hora de trayecto que separaba al aeropuerto del centro de la ciudad se le pasó volando y ya en tierras parisinas no tenia ninguna idea de que hacer. Cogió su bolso y empezó a dar vueltas por el centro, callejeando un poco de puesto en puesto turístico, sin embargo, sabía que si seguía entre esas callejuelas tan parecidas entre sí acabaría perdiéndose, ya que la orientación, como ya había demostrado en el aeropuerto, no era su fuerte. Por tanto, decidió que lo mejor que podría hacer era moverse en metro y no separarse mucho de las paradas.

Sin embargo, cuando llegó a la primera parada para empezar a hacer su aventura se encontró su primer problema, ese maldito idioma añadido a su habilidad tecnológica no se lo iban a poner nada fácil para sacar los tickets de máquina, y no se equivocó, esa dichosa maquina se había vuelto su nueva peor enemiga. Mientras seguía aporreándola y dándole a todos los botones que creía que podían ser los correctos, la cola de personas para sacar sus tickets que se formó tras ella empezaba a notarse, lo cual solo incrementó su estrés y nerviosismo. Después de diez minutos, empezó a escuchar murmullos tras ella y ya frustrada le dio una patada a la maquina lo cual solo hizo que a la ansiedad ahora se le añadiera un dolor enorme en el pie, lo cual, si no conseguía sacar los tickets, no sabía si podría ver la ciudad a pie.

-¡Joder! - gritó desesperada para sí misma mientras desistía y se iba de la cola, oyendo como la gente de la cola suspiraba agradecida.

Se apartó un poco de la multitud que la seguía con la mirada mientras intentaba contener las lágrimas para no parecer más patética aún. "Joder Luisita, ni un día sobrevives tu sola sin necesitar a nadie", pero no, ella no iba a llamar a casa explicando que estaba atrapada en un metro de París porque se había peleado con la maquina de tickets, porque no dejaría de escuchar la bronca de sus padres hasta el año que viene.

- Perdona, ¿necesitas ayuda? – interrumpió sus pensamientos una voz a sus espaldas.

- ¿Y a ti que te importa? – le espetó a la desconocida sin mirarle si quiera a la cara. Lo ultimo que le faltaba, que encima se rieran de ella.

- Bueno chica, tampoco te pongas así. Es que he visto que tenias problemas con la maquina y como te he escuchado maldecir en español, pensé que te podría ayudar, pero bueno, te dejo tranquila.

Cerro los ojos para serenarse mientras escuchaba como la desconocida se alejaba, y sabia que era su oportunidad para salir de ahí, asique se tragó su orgullo y la llamó.

- Espera, lo siento, es que no he tenido un buen día. No puedo sacar un billete, eso es todo.

La desconocida se volvió a girar y por primera vez se miraron a los ojos, y joder, Luisita se sorprendió a si misma al llamarle tanto la atención esa chica de pelo rizado y ojos miel.

-No te preocupes es normal, yo te ayudo. Por cierto, mi nombre es Amelia.

-Luisita, encantada. – dijo no sin evitar que se le dibujara una pequeña sonrisa tímida.


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Nota de la autora

Buenas! Quería daros la bienvenida a esta historia, que está inspirada en la novela "Nosotros en la Luna" de Alice Kellen, pero llevada al mundo Luimelia. Es mi primer fanfic así que espero que os guste o por lo menos que os haga compañía! Muchas gracias y espero leer vuestros comentarios

Nosotras en la LunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora