Diciembre

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Ya había pasado un par de semanas desde aquel deseado encuentro, y ya estaban a principios de diciembre. Siguieron mandándose mensajes, no con tanta frecuencia debido a lo ocupada que estaba la morena, pero no dejaron que lo ocurrido en Londres las distanciara, sobre todo porque aunque a veces se sintieran un poco raras, otras veces no podían evitar sentirse tan cómodas como siempre cuando le mandaban mensajes a la otra.

Amelia estaba en la habitación del hotel sentada frente al ordenador intentando cuadrar su agenda con todo tipo de citas de trabajo y horario de rodaje. Tuvo la reunión con aquel director de su primera película y ya era una realidad la realización de la siguiente.

Esta vez ella sería la protagonista. Era una película profunda, por lo que no tenia nada que ver con la película anterior. Aquí tendría un papel mucho más serio, mucho más difícil. Su personaje era muy complejo y con una personalidad muy diferente a ella.

Pero estaba tan, tan ilusionada.

Había tenido muchas ganas de empezar aquel viaje. Y literalmente todo un viaje, porque aquella película se rodaba en Sydney. En realidad, cuando fue a visitar a Luisita sabía que era posible que se tuviera que ir, pero no pudo evitar ir a verla, aunque le costara unos cuantos días de retraso laboral.

Luisita.

Aún no se creía que la hubiese visto. Que la hubiese tenido tan cerca. Pero, sobre todo, todavía no se podía creer que se hubiesen besado. Sabía tan bien, mejor de lo que pensaba que podrían saber los besos.

Para Amelia los besos nunca han tenido significado especial, eran solo eso. Besos. Se dio cuenta de que los besos solo tenían el significado que cada uno quisiera darle, y para ella, aquel beso en aquella cápsula y en la habitación de aquel hotel viendo como llovía, habían significado un mundo. Por un instante, habían significado esperanza.

Si cerraba los ojos y se concertaba, aún podía sentirlos. Y a la rubia quedándose dormida entre sus brazos de nuevo. Sin duda era una de las mejores sensaciones que había experimentado.

Y ahora estaba ahí, en Australia, en la otra punta del mundo. Odiaba que hubiese tanta distancia entre sus cuerpos, aunque al principio agradeció esos kilómetros y el poco nivel de wifi para poder desconectar. Pensaba que iba a necesitar enfriar su relación para que no se complicara después de todo lo ocurrido en Londres, pero no podría ser más fácil hablar con la rubia, tan normal, tan cotidiano... que si dejase de hablar con ella sentiría que a su día le falta algo tan básico como respirar.

Le quedaban solo un par de semanas de rodaje, todo había sido muy rápido. Estaba bastante satisfecha con su trabajo, y con todo el equipo en general, excepto un compañero de reparto que era un tanto idiota, pero ella tenía una gran habilidad de ignorar a ese tipo de personas y que no le afectase en su trabajo ni a nivel personal.

Tras terminar de cuadrar su agenda, cogió una cerveza del minibar y se sentó en la pequeña terraza de la habitación a contemplar el océano.

Al ser una productora más importante, y, por lo tanto, con más presupuesto, la habían alojado en un hotel de lujo. Ella estaba acostumbrada a viajar de una forma mucho más modesta, pero tenía que admitir que aquel estilo de vida tampoco le importaba.

Le empezó dar vueltas a eso. Las amigas de Luisita la habían reconocido, y también se había dado cuenta en Londres mientras paseaban que había gente que al pasar a su lado se había parado y la habían mirado con todo el indicio de que también la habían reconocido. E incluso en el aeropuerto una fan le pidió una foto junto a ella. Y ahora se preguntaba cuanto iba a afectar la fama a su forma de vida.

Estaba dándole vueltas al tema mientras miraba el vuelo de unas gaviotas, cuando escuchó ese tono de su móvil que tantas alegrías le había dado esos últimos meses.

Nosotras en la LunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora