Un pequeño rayo de luz escapaba de entre la persiana de la habitación de Amelia. La cerró anoche cuando llegó, pero por lo visto no hizo un buen trabajo. En realidad, estaba cansada y lo único que quería era tumbarse en su cama y dormir con Luisita.
Luisita.
Abrió los ojos como si cayera en la cuenta de que lo vivió anoche no fue un sueño y entonces, la vio ahí. Estaba junto a ella en su cama, dormida profundamente y con el pelo aún algo mojado y completamente desnuda girada hacia ella. Cuanto llegaron a la casa casi al amanecer, ambas tenían la ropa y el pelo llenos de arena, así que decidieron darse una ducha antes de dormir y claro, una cosa llevó a la otra, y no fue precisamente dormir lo que hicieron en aquella cama.
Ahora la rubia dormía plácidamente y Amelia solo observaba su respiración. Aunque la noche no salió como planeaban, acabó con el mejor final posible. Cuando salieron de Pacha, la ojimiel tuvo tanto miedo de perderla que sintió que su mundo se desmoronaba, pero Luisita siempre la aceptaba y eso... eso si que era una droga. Pocas cosas te hacen sentir tan poderosa ni tan eufórica como la aceptación de la persona que más te importa. Te hace sentir invencible y eso es lo que sentía Amelia, sentía que podía con cualquier cosa.
Siguió estudiándola y se fijó en aquellas pequeñas pecas que tenía la rubia en el cuello. Amelia sonrió al recordar todas aquellas conversaciones que habían tenido sobre cómo se era capaz de aprender un cuerpo ajeno cuando te acostumbrabas a él, hasta llegar a memorizarlo por completo, y eso era lo que le estaba pasando a la morena. Amelia empezó a entender por primera vez lo placentero que podía llegar a ser encajar con un cuerpo conocido. Forjar una confianza y una intimidad imposible de crear con un ligue de una noche. La sensación de paz al deslizar la mano por ese cuello y comprobar que aquellos lunares seguían justo ahí. Y no sólo lo estético, empezaba conocer cómo le gustaban a Luisita las cosas en la cama, y también como la rubia empezaba a saber qué hacía que ella disfrutara al máximo.
Sin poder evitarlo, pasó su pulgar por aquellos lunares haciendo que la rubia se estremeciera ante el contacto y se despertara.
- Lo siento, no pretendía despertarte. – se incorporó y le dio un beso justo donde estaba acariciando. – sigue durmiendo.
Luisita seguía con los ojos cerrados pero una pequeña sonrisa se había instalado en su boca y ahora era imposible quitarla. Había sido una de las mejores noches de su vida, aunque tenía que admitir que, una vez en la casa cuando Amelia se quedó dormida, ella no paró de darle vueltas a la cabeza y ahora que se había despertado, había vuelto aquel mal pensamiento. Sin embargo, al abrir los ojos, aquella nube negra se disipó un poco al ver el mejor despertar que se puede tener, a Amelia desnuda a su lado con la sonrisa más increíble del mundo.
- Buenos días, guapa. – le dijo Amelia cuando vio que terminaba de abrir los ojos.
- Mmm... buenos días. – y le dio un pequeño beso en los labios que apenas fue un roce y a la morena le extrañó aquel gesto algo frío.
- ¿Estás bien?
- No.
La sonrisa desapareció de la cara de la rubia y se reflejó también en Amelia. Luisita apartó la mirada pero la morena pudo ver como se cruzaban los pensamientos por aquella cabeza y, aunque intentaba aparentar entereza, estaba muerta de miedo. Finalmente, Luisita se volvió a girar hacia ella con los ojos algo acuosos.
- ¿Te arrepientes? – dijo con la voz algo entrecortada.
- ¿Qué? – Amelia no sabía que estaba pasando.
- ¿Te arrepientes de lo de anoche? – Al ver que la morena no respondía por la sorpresa, siguió hablando. No pudo evitarlo. - ¿Sigues pensando que deberíamos seguir siendo sólo amigas, que esto sea algo "fácil" y espontáneo y ya está? Porque yo Amelia... yo ya te dije en Londres lo que sentía y nada ha cambiado, o incluso puede que mis sentimientos ahora sean más fuerte. No quiero pasarme años en este tira y afloja, necesito que sea todo o nada. No quiero verte sólo un rato y tirarme el resto de la vida deseando estar a tu lado. No quiero tirarme 364 días esperando las únicas veinticuatro horas en las que puedo tenerte, porque nunca avanzaré. Nunca permitiría entrar nadie a mi vida porque siempre te estaría esperando. Para mí nunca serás una más, Amelia, y no quiero buscarte en unos años para decirte que nunca te olvidé.
ESTÁS LEYENDO
Nosotras en la Luna
FanfictionCada una vive en un lugar del mundo, y sin embargo, el destino hace que una noche en la que Luisita necesitaba escapar se encuentren entre las calles de París. Sabiendo que sólo pasarían juntas esa noche, nada será igual el resto de sus vidas. Histo...