24

2.8K 328 74
                                    

Eran ya las siete de la tarde, lo que quería decir que Luisita ya llevaba dos horas en el King's recolocando cajas y reponiendo botellas mientras su hermana estaba en la barra sentada frente a ella haciendo inventario. Sólo quedaban ellas, ya que los otros dos camareros y Nacho, el marido de María, que iban a ayudarles esa noche, ya se habían ido.

El King's era un local que de por sí se llenaba todas las noches, incluso las de diario, pero las previsiones de gente que acudiría ese día eran muy altas, pero ellas se habían adelantado en todo, e incluso lo habían decorado espectacularmente, recreando un cielo nevado, cosa que fue idea de Luisita y su mentalidad ya inglesa. No pudo disfrutar de la nevada londinense antes de volverse a Madrid así que quiso recrearla.

- María ya he repuesto todo por aquí. – dijo suspirando de agotamiento.

- Muy bien Luisita, ve al almacén y trae más cajas.

- ¿Es enserio? Ya ni si quiera caben más cosas. Relájate, María, va a salir todo bien. Además, necesito irme en un rato a casa que tengo que ayudar a papá con la cena. De verdad, no llevo aquí ni una semana y ya estoy explotada por esta familia, es que ni mis profesores de la facultad... A veces pienso que sólo me adoptasteis para tenerme de cenicienta. – resopló tras soltarlo todo de carrerilla.

- Ya, ya, Luisi. – aunque ahora mismo necesitara un poco de silencio para pensar, María no podía negar que echaba de menos lo mucho que hablaba su hermana. – Venga, un ratito más y ya te puedes ir. Que, por cierto, necesito saber si al final vienen tus amigas para reservarles mesa.

- Marina me dijo que lo más seguro es que viniera, y las demás no tengo ni idea.

María se quedó mirando su hoja intentando cuadrarlo todo.

- Bueno, yo las apunto por si acaso, que si luego vienen y no tienen sitio no te quiero escuchar.

Luisita le tiró la bayeta que tenía en la mano, cayéndole a su hermana en plena cara.

-Uy, Luisi, de verdad... que susceptible estás. – la estudió un poco mientras Luisita fingía estar concentrada limpiando una copa. – ¿Y no será que lo que te pasa realmente es que entre esas amigas no estará cierta chica de rizos?

- No seas pesada, María...

- Ya... ¿Habéis hablado últimamente?

- No. Supongo que ya estará en Zaragoza. – dejó la copa y se fue a la otra punta de la barra a coger más vasos que limpiar.

María sabía que su hermana estaba especialmente sensible esos días al saber que Amelia estaba tan cerca y a la vez tan lejos.

- Bueno, Luisi... no pienses en ello. Disfruta de esta noche.

- Pero tendrás morro. ¡Disfrutar dice! ¡Pero si me vas a tener aquí de esclava! – levantó la vista para mirar a su hermana.

Se le cayó el vaso que estaba limpiando en ese momento y se hizo añicos contra el suelo. Luisita suspiró. Estaba cansada, física y emocionalmente, y aún le quedaba mucho día por delante.

- Luisi, mírame. – se levantó de su taburete y rodeó la barra para entrar y llegar junto a su hermana. – Relájate, mujer. Yo sé que están siendo unos días difíciles e inestables, pero céntrate un poquito, que sino esta noche vas a destrozarme el bar entero.

- No sé qué haría sin tus palabras de apoyo, María. – dijo irónicamente mientras iba a por la escoba a recoger el estropicio.

- Anda trae, déjame eso. Ve al almacén a traer las botellas que te he pedido y ya te puedes ir a casa a descansa, ¿vale?

Nosotras en la LunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora