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Vale, ahora si. Tras dos horas de vuelo, Luisita se estaba empezando a poner nerviosa por su llegada, no sabia que esperar. Cuando estaba en la cola de embarque tuvo que llamar a su hermana para que la recogiera del aeropuerto y claro, ya tuvo que contarle que llegaba de Paris. Es difícil ocultar que vienes de viaje cuando te recogen de un aeropuerto.

Igualmente, no quería ocultárselo, simplemente aún no estaba preparada para despertar de aquel sueño. Pero si, en cuanto pisó suelo madrileño, su mundo se le vino un poco encima.

Sabía que de todas las personas en las que podía confiar, su hermana era la idónea para ese momento. Quizás le echaría una bronca, se echaría las manos a la cabeza y no la comprendería, pero absolutamente siempre estaba cuando la necesitaba. No necesitaba a alguien que le dijera si a todo, que ella tenía razón y que era la víctima, solo necesitaba desahogarse y que alguien le diera el empujón que necesitaba para arrancar su nueva vida.

También sabía que la persona a la que debería haber llamado primero debería haber sido Sebastián, pero todavía tenía que ordenar sus sentimientos para elaborar un buen discurso. Y sus padres... sus padres simplemente la iban a matar.

Respiró hondo y decidió salir en busca de su hermana.

Y ahí estaba, en la zona de llegadas sujetando un pequeño cartel que ponía "La Luisi is back". Luisita no pudo evitar reírse antes ese cartel, "idiota". Vale, no parecía estar muy enfadada.

María seguía buscando con la mirada entre la gente que salía de aquella puerta hasta que por fin vio a su hermanita. No sabría decir porqué, pero le dio la sensación de que algo en ella había cambiado. Subió el cartel para que se acercara mientras empezaba a dar brincos con una sonrisa.

-Mira que eres tonta María... - dijo Luisita fingiendo estar enfadada.

-Anda ven aquí. – y le dio un achuchón que casi le corta la respiración.

-Vale, vale, ya, déjame. – dijo la rubia al mismo tiempo que conseguía escapar de esos brazos, aunque en realidad ese abrazo le había aliviado todos los nervios.

-Ay Luisi de verdad, que borde eres. Anda, vamos ya para el coche que me va a salir el parking por un ojo de la cara.

Se subieron al coche y estuvieron un rato calladas escuchando la radio de fondo. María quería darle espacio a su hermana y esperar a que ella iniciase la conversación, aunque ya sabía mucho más de lo que la otra pensaba. Pero al ver que Luisita no terminaba de arrancar, decidió echarle una mano.

-Bueno, ¿qué? ¿Me vas a contar cómo has acabado en París?

Luisita, que se había pasado todo el trayecto mirando por la ventana, se volvió hacia su hermana. Hubo algo en su tono que la delató.

-Tu sabes algo, ¿verdad?

Cuando el día anterior cogió el vuelo no dio ninguna explicación a nadie, lo último que sabía su hermana es que iba a quedar a comer con Sebastián pero ni si quiera sabía todavía a donde. Por lo que, en teoría, nadie sabía nada.

-Puede que cierta persona le haya contado a su tío cierta cosa, y puede que cierto tío se pasase por el bar a contarle a papá dicha cosa.

Mierda.

Luisita se volvió a girar hacia la ventana, y sin todavía mirarle a la cara a su hermana, confesó.

-María, no pude.

Lo dijo tan bajo y con la voz tan entrecortada que María inmediatamente se culpó por ser tan insensible y no haber pensado en cómo se sentiría su hermana en ese momento.

Nosotras en la LunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora