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La noche de Luisita fue, bueno, decir que fue larga era poco. Aunque todas y cada una de las moléculas de su cuerpo deseaban subirse al escenario del King's para besarla en cuanto acabó la canción, sus piernas caminaron solas hacia la salida. Caminaron solas por toda la calle hasta llegar a su casa y encerrarse en su habitación, para llorar todo lo que no se atrevió ahí delante de ella.

Se sentía mal, claro que sí. Tampoco era tan mala persona. Simplemente fue un impulso el que le dijo que saliera de ahí antes de que terminara por ceder y perdonarla. Porque no, no sería tan fácil. Ella no quería que lo fuera. Luisita sentía que había ido viendo aquella conversión tan poco a poco que ni si quiera se había dado cuenta, y pero que a su vez había durado tanto tiempo que no era capaz de perdonarla tan rápido. Sentía que había ido sufriendo con el paso de las semanas, y no le parecía justo Amelia se librara tan pronto, porque si lo hacía, si la perdonaba ya, pensaba que Amelia podría volver a hacerlo. Siempre dicen que lo que se hace una vez que vuelve a repetir y, aunque realmente no creía que Amelia volviese a cometer otro error como quitarle el trabajo a su mejor amiga, no quería que volviera a repetir esas actitudes. Era absurdo e infantil, pero quería que aprendiera la lección.

Salió de su habitación porque encima no quería llegar tarde al trabajo, para algo en lo que le iba bien, no quería estropearlo. Así que, con todo el pesar de no haber pegado ojo en toda la noche y con aquella mala sensación en el pecho, se ducho y vistió lista para irse a trabajar.

Una vez llegada al edificio donde trabajaba, caminaba por el pasillo hasta la sala de grabación, pero entonces, su corazón se detuvo incluso antes de que sus ojos la vieran. Entendía que insistiera pero, ¿enserio? ¿hasta ese nivel? Su enfado volvió a crecer en su interior y se acercó hasta ella, que estaba con el movil y no la vio llegar.

- No me puedo creer que me persigas hasta en el trabajo.

Amelia se sobresaltó, pero no fue tanto por el susto sino por tenerla tan cerca.

- No estoy aquí por ti, Luisita, así que tranquila. Estoy pagando una deuda.

- ¿Una deuda? – la miró extrañada.

- Si. Cuando vine en agosto te dije que te dejaron el día libre a cambio de que hiciera una entrevista, y ahora que voy a estar por aquí, tengo tiempo de sobra.

- Así que, has venido para quedarte. ¿Tienes algún rodaje en Madrid o algo?

Amelia suspiró. La testarudez de Luisita cada vez formaba más heridas en la seguridad que tenía en sí misma y en luchar por ella.

- No, Luisita. He venido única y exclusivamente por ti. Lo sabes.

- ¿Y hasta cuando te quedas?

- Eso lo decides tú, cariño. – ambas se quedaron en silencio. Amelia esperando una respuesta que no llegó, y Luisita ocultado un "quédate para siempre" que nunca salió de su boca. – Esta tarde voy a ver un piso aquí cerca, puedes acompañarme si quieres.

- Déjalo Amelia, de verdad, si es que ya no tiene sentido.

- Pues para mi si que lo tiene, Luisita, y quiero que sepas que estoy cambiando y que poco a poco voy a empezar a tener las mismas prioridades que tú.

- Ya, ¿y yo ayer te dije que era una prioridad para mi encontrar un piso para irme a vivir contigo? No, ¿verdad? Lo que te he dicho es que me dejes en paz.

- Pues yo te he dicho que seguiría luchando y así lo voy a hacer.

- Bueno Amelia, pues tú puedes hacer lo que quieras con tu vida porque ahora mismo me da igual.

- ¿Puedes dejar de tratarme así? Por favor.

La manera en la que lo dijo la hizo reaccionar. Sabía que para Amelia, el estar demostrando continuamente sus sentimientos con tanta insistencia era algo nuevo. Sabía que Amelia nunca había luchado por nadie, pero sobre todo, sabía que Amelia nunca había tenido nadie por quien luchar, y empezaba a temer que si seguía tratándola así, tampoco lucharía por ella.

Nosotras en la LunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora