Febrero

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"Aquí también hay gente que se siente sola".

Es lo último que le escribió Amelia. Aún no entendía como una persona como ella se podía sentir así. Es decir, era lista, simpática, amable, sin tan si quiera hablar de su físico, ¿cómo podía no estar rodeada de gente? ¿Quién no querría estar con ella?

Si tan sólo supiera cuán a menudo Luisita pensaba en ella, no se sentiría sola.

Porque era así, aunque aún no se lo admitiera a sí misma, Luisita estaba empezando a dedicarle demasiadas horas a pensar en aquella morena, y sabía que no debería ser así. Ni si quiera sabía cuándo volverían a verse, si es que se volvían a verse alguna vez.

No, nos volveremos a ver. Siempre lo hacemos.

Su rallada mental la achacaba a que la última vez que se vieron, se quedó preocupada por la tristeza que vio en aquellos ojos de color miel, que hizo que de su interior brotara un instinto protector que no sabía que tenía. Aunque en el fondo, era algo mucho más sencillo, pero claro, eso ella aún no lo sabía. Lo único que sabía es que su cabeza daba mil vueltas y todo era imagenes de la morena en su cama aquella noche del veinticuatro de diciembre, mientras la miraba como alguien quien pide en silencio ser salvada.

Le dio un sorbo a su café mientras intentaba parar sus pensamientos. Se encontraba en la sala de descanso de emisora en la que había empezado a trabajar ya hacía una semana. Se había integrado perfectamente, ya que todos eran españoles y no había barrera lingüística. Además, entrar con Marina había sido una ventaja para no aislarse el primer día.

Estaba muy contenta, pero también muy cansada.

Mientras se frotaba las sienes con los ojos cerrados, un golpe en la mesa la sacó de aquel trance. Cuando los abrió, vio que Marina había dejado delante suya en la mesa una revista en cuya portada salía Amelia en primer plano.

Dios, ¿Cuándo se le pasaría aquel cosquilleo al verla?

- ¿Has visto qué fotos?

- No – Mentira. Se había tirado la noche viendo aquellas fotos circulando por Twitter.

- Pues no sé a que estás esperando. Y aunque te cueste quitarle los ojos de encima, intenta leer también la entrevista. Que bien habla la chica. – le dijo abriéndole la revista por la página de la entrevista. – Por cierto, ¿habéis hablado últimamente?

- No mucho la verdad. Cada una está muy ocupada y no tenemos mucho tiempo.

Luisita cogió la revista y leyó por encima aquel texto. Amelia hablaba de su experiencia de participar por primera vez en aquella película de Netflix, en próximos proyectos que tenía (de los cuales obviamente todavía no podía decir nada) y sus ganas de que se estrene la siguiente película. Nada sobre su vida personal. Sin embargo, en la página siguiente se veía una foto de ella junto a una pelirroja, en cuyo pie de foto ponía "Amelia saliendo del estudio junto a su representante"

Así que esa era Sara... Que jodidamente alta era, y guapa, y que pelo tan bonito. Y que piernas tan largas. Pero por supuesto, a Luisita eso no le importaba. Que va.

- ¿Crees que se siguen enrollando? – preguntó Marina al ver como su amiga se había detenido en aquella foto.

- No. – y lo dijo sin ninguna duda. – Me lo habría dicho.

Y lo decía totalmente segura, sabía que Amelia se lo habría contado. Sin embargo, eso no quería decir que no hubiese estado con otras mujeres, que, conociéndola, habrían sido unas cuantas. Ya no hablaban sobre esos temas, pero suponía que la vida sexual de la morena era igual o incluso más activa que antes debido a su fama. Ella no tenía ningún derecho a sentirse mal ni celosa, como lo estaba haciendo. Amelia tenía todo el derecho del mundo a disfrutar de su libertad sexual, al igual que lo tenía ella.

Nosotras en la LunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora