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Eran las once y media de la noche y Amelia corría de un lado a otro en su apartamento. Estaba atacada. No creía haber estado tan nerviosa para ninguna entrevista. Se alegraba muchísimo de empezar a ser reconocida internacionalmente, era todo un orgullo, pero lo que más le alegraba en ese momento era que iba a poder hablar con Luisita.

Bueno, hablar como si nada, tampoco. Pero la iba a escuchar que era lo importante. Aunque a Amelia le encantaba aquella dinámica de mensajes que tenían, no podía ocultar que en el fondo se moría de ganas por escuchar esa voz. Qué decía, se moría por escuchar su risa.

La diferencia horaria de ocho horas que separaba Los Ángeles de Londres había limitado el poder escuchar el programa de Luisita. Ella solía salir en antena a media mañana, pero cuando lo hacía a las ocho de la mañana, Amelia podía escucharla a media noche. Dormirse escuchando su voz era uno de los nuevos placeres favoritos de Amelia.

Y esta vez, para poder tener mayor compatibilidad de horario, decidieron adelantar la entrevista a esa hora, ya que no era ni excesivamente tarde en Los Ángeles ni excesivamente temprano en Londres. Le quedaba media hora y ya estaba de los nervios.

No tenía ni idea del tipo de preguntas que le harían, pero se fiaba de que la rubia las hubiera revisado, aunque no estaba segura hasta que tenía esa autoridad, ya que solo llevaba poco más de una semana trabajando ahí.

Mientras se secaba el pelo frente al espejo del baño, Natalia entró en casa.

- ¡Hola!

- ¡Ey! Estoy en el baño.

Natalia se dirigió hasta allí y cuando llegó no supo que decir. Amelia estaba totalmente arreglada y maquillándose. No recordaba que tuviera ningún evento. Se quedó observándola apoyada en el marco de la puerta del baño.

- ¿Has quedado? – preguntó extrañada.

- No tonta, tengo la entrevista con la radio de Luisita.

- Pero Amelia... ¿tú sabes cómo funcionan las radios? Me refiero, que nadie te va a ver, como si vas en pijamas. No tenías que arreglarte tanto.

- Ya, ya lo sé Natalia. – dijo resoplando. – Es que tenía que hacer algo para entretenerme.

- Bueno, pues te pones a leer un libro, mujer. No que parece que vas a salir de fiesta o que tienes una cita.

Amelia no contestó y siguió maquillándose. Natalia se quedó pensando. Hacía tiempo que no veía a ese ambiente en el piso, la morena arreglando y preparándose para salir para algo que no fuese un evento de trabajo. Y, ¿la verdad? Eso era muy raro. No se había dado cuenta hasta ahora.

- Oye Amelia...

- ¿Sí? – preguntó mientras terminaba de hacerse la ralla del ojo.

- ¿Hace cuánto no sales?

- ¿A qué te refieres? Si últimamente no piso el apartamento.

- Si, pero eso no es salir.

- Natalia, déjate de rodeos, ¿qué es lo que quieres decir? – preguntó volviendo para mirarla

- ¿Cuándo fue la última vez que follaste?

Amelia se quedó callada. Mierda.

- Digo, porque no me acuerdo de la última vez que te vi arreglándote así, lo que quiere decir que hace mucho que no quedas con nadie. Y ahora que lo pienso, también hace mucho que no escucho compañía por las noches, cosa que agradezco, sinceramente.

- Pues no sé, la verdad. – Claro que lo sabía y era muy consciente de ello. Era su récord.

- Responde. – le dijo con una sonrisa pícara, sabía que la estaba pillando.

Nosotras en la LunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora