Ya era finales de mayo y su estancia en Londres había llegado a su fin. Estaba en su habitación vistiéndose para salir de fiesta con todo el grupo de compañeros que habían hecho en la facultad para despedirse. Ya había hecho la maleta y ya había empaquetado todos los recuerdos. Tenía en la mesa las fotos que acababa de quitar de la pared, aquellas fotos con las que había empapelado la pared con su familia para sentirse más cerca, y otras fotos que fue haciendo durante su vida ahí.
Cogió una en concreto que tenía con Marina en el King's hecha a principios de verano del año pasado y se sentó en la cama mientras se quedó mirándola. Se acordó de ese día y de ese momento en concreto. Era una de tantas noches que salían de fiesta al bar de su hermana con su grupo de amigos todos juntos, y que aquella foto la tomó Sebastián. Hacía casi un año que aquella foto y aunque físicamente apenas había cambiado, ella notaba que ya no quedaba ni la mitad de la niña de aquella época.
Esa Luisita era una sombra de la auténtica parte de ella, acostumbrada a callar e intentar agradar a todo el mundo, tanto que dejó de ser ella misma. Estaba en una relación en la que no era feliz, hasta el nivel de ni si quiera ser consciente de ello. Era una Luisita que no le gustaba absolutamente nada de su reflejo cuando se miraba al espejo, ni por dentro ni por fuera. Se veía débil y se quería poco y mal.
Pero ahora, ahora no quedaba nada de eso. Estaba volviendo a ser la Luisita impulsiva y risueña que una vez fue y, aunque aún le costaba, cada día se quería un poco más.
Sabía que ese tipo de evolución personal sólo se consigue si una quiere y pone voluntad, pero también sabía que gran parte del mérito era de aquella morena con rizos perfectos y ojos de color miel que hacía que creyera en ella misma como nadie lo había hecho nunca.
Cerró los ojos y se acordó de aquella noche de verano en París, en cómo le había confesado a aquella desconocida sus planes de futuro y sus sueños de venirse a Londres y la había apoyado sin dudarlo, había creído en ella. Casi podía revivir esa brisa veraniega frente al Sena dándole escalofríos, o a lo mejor era por recordar aquel baile en el que sólo un par de turistas y la Torre Eiffel fueron testigos. Daría mucho por volver a aquel momento.
En realidad, daría mucho por volver a cualquier momento con Amelia. Estaba constantemente rememorando momentos con ella, preguntándose cuando volvería a verla. No habían vuelto a hablar del tema, pero tenía la esperanza de que, si Amelia volvía a Zaragoza durante el verano, pudiesen verse, aunque fueran unas horas.
Estaba tan metida en sus propios pensamientos que ni si quiera escuchó a Marina entrar en su habitación.
- ¿Estás lista?
Luisita asintió mientras se levantaba de la cama y se recolocaba el vestido y dejaba otra vez la foto en la mesa. Marina no había entrado en aquella habitación en todo el día y no se había dado cuenta de lo empaquetada que estaba ya.
- Vaya... Sí que te vas. – dijo con un nudo en la garganta, hasta entonces la despedida parecía muy lejana.
- Bueno, en realidad eres tú la que se queda aquí. – le dijo con una sonrisa para animarla. - ¿Quién iba a pensar cuando vinimos que no querrías volver?
- No es que no quiera volver, es que me gusta mucho lo que hago. – dijo bajando la mirada como si se sintiera culpable.
Cuando terminaron las practicas en la radio, a ambas le ofrecieron quedarse con ellos, pero solo Marina aceptó.
- Ya, claro... ¿y no será por Fede? – dijo picándole.
- Cállate ya. – dijo golpeándole el brazo haciendo que amas se rieran. – Venga anda, vamos que al final llegaremos tarde.
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Nosotras en la Luna
FanfictionCada una vive en un lugar del mundo, y sin embargo, el destino hace que una noche en la que Luisita necesitaba escapar se encuentren entre las calles de París. Sabiendo que sólo pasarían juntas esa noche, nada será igual el resto de sus vidas. Histo...