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- Empieza a resultarme incómodo que me mires tanto.

- Es que no puedo dejar de hacerlo. Es como si lo necesitase para convencerme todo el tiempo de que sí que estás aquí. Y, además, me gusta mirarte, Amelia. Vale, olvida que he dicho eso. Solo..., no me refería a nada raro. Deja de reírte.

La morena negó con la cabeza, aún sonriendo, mientras iban dejando atrás paradas de metro para dirigirse a Covent Garden, donde estaba el restaurante donde habían reservado para almorzar.

Estaban de pie una frente a otra, porque eso de conseguir sentarse en el metro de Londres a esa hora era algo prácticamente imposible.

- Vuelve a contarme por qué has decidido venir.

- Ya te lo he dicho antes, al entrar a la estación.

- Otra vez. Por favor. Por favor.

- Quería verte. Luisita...

- Es bonito —le cortó.

Amelia puso los ojos en blanco. Luisita sonrió tímidamente.

Se tomaron unos minutos para observarse mutuamente, para ser realmente conscientes de tenerse delante. 

Luisita no podía dejar de pensar en que no había sido realmente consciente de cuanto la había echado de menos. Si, ella sabía que la echaba de menos, pero hasta que no la tuvo enfrente no se dio cuenta de cuánto extrañó cada mínimo detalle de la ojimiel.

-¿No tenemos que bajarnos en esta parada? – interrumpió sus pensamientos.

-¡Mierda, si! – Luisita agarró inconscientemente a Amelia del brazo y tiró de ella para bajarse antes de que las puertas se volvieran a cerrar.

Dejaron atrás la estación de metro y las recibió el frío de la ciudad. En esa época de año ya hacía mucho más frio que en Madrid en pleno enero. Una vez llegaron a Neal's Yard, donde se encontraba la coqueta pizzería donde comerían, Amelia miró a su alrededor un par de veces.

-Puedo esperarte en esa cafetería de ahí, esos smoothies tienen buena pinta. – dijo señalando a Wild Food Café.

-¿Esperarme? – preguntó Luisita con el ceño fruncido.

-A que comas con tus amigas.

-¿Qué? – sacudió la cabeza por lo absurdo que le parecía. – No, claro que no. Tú te vienes conmigo. Comes con nosotras. Y si quieres esos smoothies los pedimos al salir. Te caerán bien, son todas muy simpáticas. Aunque igual Marina se pasa un poco de preguntona, perdón de antemano, pero es que tiene muchas ganas de conocerte.

Luisita retomó el paso hacia Homeslice Neal's Yard, dejando a Amelia atrás. ¿Le había hablado a Marina de ella? No supo porqué se sorprendió, ya que ella no paraba de hablarle a Natalia de aquella rubia. Pero igualmente, el hecho de que Luisita hablara de ella la puso nerviosa. Uno sólo le habla a los demás de la gente que le importa, ¿no?

El grupo en cuestión ya estaban dentro esperando sentadas en las mesas. Eran un grupo de cinco contando con Marina, todas también españolas que estaban ahí de erasmus. Aunque también se juntaban con inglesas, las chicas de erasmus habían hecho piña y habían decidido pasar ese cumpleaños solo ellas, para hacerlo lo más parecido a las costumbres españolas y así la rubia tuviese un poco de casa en Londres. Todas entendían aquella nostalgia.

Cuando entraron al restaurante, Marina las vio la primera al estar sentada mirando a la puerta. Alzó la mano para llamar la atención de la rubia pero se quedó congelada al ver a su acompañante. Creía estar alucinando.

¿Nostalgia? Esta ya no se acuerda ni de su madre.

No fue hasta que llegaron a la mesa y todas se les quedaron mirando hasta que Luisita no fue consciente de la escena. Todas se levantaron rápido a abrazar y a felicitar a la rubia por su cumpleaños, dejando las presentaciones para lo último.

-Chicas, esta es mi amiga Amelia.

-Mujer, pero ¿cómo no has avisado? Habríamos reservado un asiento más.

-Bueno no te preocupes, que yo me apaño con cualquier hueco. – dijo Amelia por primera vez desde que habían llegado.

- Oye, ¿cómo has dicho que te llamas?¿Amelia? – dijo una de ellas tras reconocerla y la morena asintió – ¿Como la actriz?

-Exacto, como la mismísima Amelia Ledesma. – dijo Marina que se llevó una mirada de reproche por parte de Luisita.

Hubo un pequeño murmullo, y la rubia se estaba empezando a arrepentir de haber llevado a Amelia consigo.

-Ala, y ¿cómo os conocisteis?

Amelia vio como Luisita estaba empezando a ponerse realmente nerviosa, así que decidió salir en su ayuda.

-Una vez la saqué de un apuro y todavía estoy esperando a cobrarme la deuda, pero creo que esta noche puede ser la apropiada. – dijo guiñándole el ojo a la rubia.

Esta vez no se lo guiñó como siempre lo hacía, con picardía y de forma seductora, sino como una señal de apoyo.

Después de aquel momento de ajetreo, tomaron asiento, estando Amelia y Luisita la una pegada a la otra, prácticamente con sus brazos rozándose.

Mientras comían, las conversaciones empezaron con una cantidad innumerable de anécdotas de la rubia sobre su estancia en Londres. Luisita estaba un nivel más allá de avergonzada, pero Amelia escuchaba todo atentamente mientras reía. Parecía que las amigas se habían compinchado para dejarla en evidencia.

Por último, la conversación giró entorno a la vida de la actriz. No todos los días se almorzaba con una famosa.

-Así que vives en Los Ángeles. Tiene que ser increíble.

-Pues si, aunque tampoco paso mucho tiempo ahí. Me suelo mover por todo el mundo, de trabajo en trabajo.

-¿Y si tuvieses que elegir algún lugar de todos los que has estado? – preguntó Marina con verdadera curiosidad.

Luisita notó que Amelia se estaba tensando, sabía lo poco que le gustaba abrirse a la morena. Puso su mano sobre su pierna para tranquilizarla, y aunque al principio le pareció haber causado el efecto contrario, la morena se relajó.

-Supongo que París tiene algo especial.

-Ya. ¿Tú opinas lo mismo, Luisita?

Le dirigió a su amiga una mirada afilada.

-No lo sé. Lo averiguaré el día que vaya.

-Te haré una visita guiada – añadió Amelia.

Tuvo ganas de matarlas a las dos. Marina y Amelia se miraron cómplices mientras terminaban sus pizzas.

-¿Y en Londres? ¿Cuánto tiempo estarás? – siguió Marina con su interrogatorio.

- Me voy mañana ya.

- Oh, qué pena. Bueno, otra vez será, Londres no es una ciudad para verla en un solo día. Y la próxima vez no cojas hotel, te puedes quedar con nosotras sin problemas, ¿verdad, Luisita?

- Emm. Si, por supuesto.

Amelia sólo podía sonreír al ver como Luisita se había sonrojado totalmente.

Después de ese incómodo momento para la rubia, volvieron a cambiar de tema sin darse cuenta de que Marina había desaparecido, hasta que volvió con una gran tarta con velas incluidas.

- Happy birthday to you, happy birthday to you...

Todo el restaurante se les unió cuando vieron aquella celebración. Cumplía veinticinco años, pero se puso tan nerviosa como si fuese una niña en su primer cumpleaños, no sabía si esconderse debajo de la mesa o salir huyendo por la puerta sin mirar atrás. Hasta que escuchó a Amelia cantar.

Esa voz... qué efecto tenía en ella.

Se giró un segundo hacia Amelia. Solo uno. Sus ojos se encontraron con los suyos y le sonrió con la mirada.

Luego pidió un deseo.

Y sopló las velas.

Era su cumpleaños y le encantaba estar con todas ellas, pero solo tenía unas horas libres con Amelia y no sabía cuándo volverían a verse. Quizá dentro de unos meses. O de años. O nunca.

Nosotras en la LunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora