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Andaban por Madrid cogidas de la mano como si fueran las únicas que existían en las calles de aquella ciudad. Nunca habían paseado de aquella manera, tan despreocupada, caminando sin rumbo fijo, simplemente disfrutando del tacto de la otra, de cómo se sostenían. Desde que Luisita le había cogido de la mano para salir de su habitación, aún no se la habían soltado. Cuando sus padres las vieron salir de su cuarto con aquella sonrisa y las manos unidas, no pudieron estar más felices por su hija, porque nunca la habían visto ser tan ella misma. La forma en la que sus dedos encajaban en el hueco de sus manos entrelazándose era como si de esa manera también rellenaran los agujeros de su interior.

Entre conversaciones banales y miradas furtivas llenas de alegría, se había pasado la mañana sin que se dieran cuenta y, en mitad de aquel paseo, Amelia se paró frente a la puerta de un restaurante en el que había hecho una reserva nada más aterrizar en Madrid.

- Pues hemos llegado a nuestro destino.

Luisita miró hacia el local sin saber en qué momento del paseo acordaron comer ahí.

- ¿Y eso?

- Bueno, pues que hoy me apetecía invitarte a comer a este sitio, que he leído muy buenas críticas.

Volvió a mirar hacia la fachada de aquel restaurante y se le encogió el estómago al ver la temática de la comida de aquel lugar y sonrió.

- ¿Un restaurante francés? – Amelia sintió con una sonrisa tímida.

- ¿Algún problema con el país? – dijo la morena vacilándola.

- No, sólo con su idioma, aunque incluso a eso le estoy cogiendo el gusto.

Le robó un breve beso y tiró de Amelia para entrar dentro. El camarero las guio hasta su mesa y se sentaron en la planta de arriba junto a la ventana, donde había una vista maravillosa de la ciudad con el retiro de fondo. Era evidente ya desde fuera que ese restaurante no era precisamente barato, pero Luisita no quiso comentar nada al respecto. Era cierto que desde el principio del viaje en Ibiza dejaron bastante claro llevar un ritmo económico asequible para ambas, pero pensó que por una vez que Amelia la invitara a un sitio elegante, tampoco pasaba nada, ya que, si ella pudiera, también llevaría a su novia a sitios lujosos.

Su novia.

Se sonrojó y sonrió intentando ocultarlo pero no pudo, aun no podía creerse aquello.

- ¿Qué te pasa? – preguntó la morena con una sonrisa al ver la cara que había puesto de repente Luisita.

- Nada que... - miró a su alrededor para mirar a las personas de las mesas de alrededor. – prepárate para las redes sociales.

Amelia la miró sin entender nada y Luisita siguió hablando con un tono más bajo como si fuera a contarle un secreto.

-Amelia Ledesma, vista comiendo con su novia.

Hizo hincapié en la palabra "novia" y la rubia le guiñó indicándole que estaba de broma y a Amelia se le cayó la sonrisa, poniéndose nerviosa de pronto.

-Has visto el video del aeropuerto, ¿no?

- Más bien, lo he oido porque la pantalla la bloqueaban las cabezas de mi familia.

-Ya... - la morena la miró y Luisita vio en aquellos ojos miel algo de miedo. – Oye Luisita... sé que nunca lo hemos hablado y siento si lo he dado por hecho, es sólo que... me salió sólo y me di cuenta después cuando vi el video.

Luisita puso su mano sobre la de la morena por encima de la mesa para que frenara

-Amelia, que estoy de broma. – y le pareció ver que sus miedos se esfumaron con aquel suspiro que hizo la ojimiel. – Con lo bien que hemos estado este verano y las cosas que nos hemos dicho y hecho... – se sonrojó momentáneamente haciendo que la morena se riera. – pues es normal que lo hayamos dado por hecho, pero tienes razón, deberíamos haberlo hablado.

Nosotras en la LunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora