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Era el 23 de diciembre y Luisita ya llevaba tres agotadores días en su casa. Al principio todo eran gritos y lágrimas de alegría al reencontrarse. Y todavía le quedaba hasta año nuevo.

Primero, su madre no paraba de comerla a besos y de contarle todas las gamberradas que estaba haciendo su hermano. Luego, su padre la llenó de comidas caseras y postres deliciosos, con lo que Luisita podría jurar que había engordado varios kilos solo esos días. Después, su hermano Manolín la saludó con un simple "hola" y volvió a centrar su atención a la pantalla de su móvil. Y por último su abuelo no podía estar más contento de tener a su nieta favorita de nuevo en casa. Pero ya la presencia de la rubia se había normalizado un poco, cosa que agradecía, por que no sabía si iba a poder seguir ese ritmo de emociones.

Como cada día desde que había llegado Luisita, había comida familiar. Estaban los seis sentados en la mesa, sus padres, su abuelo, y sus hermanos, disfrutando del almuerzo, y todavía poniendo a su familia al día de su vida.

- Ay hija, no sé cómo no has visitado nada fuera de Londres, para una vez que estas allí...

- Ya papá, pero es que no tengo tiempo con tanto estudiar

- Charrita, que la vida son dos días y hay que disfrutarlos.

- Lo sé, abuelo. – le sonrió amablemente. A su abuelo no podía contradecirle en nada.

- Bueno, hija, no te preocupes. – decía su madre para intentar animarla. – seguro que cuando vuelvas consigues sacar más tiempo para ti.

- Pues no sé, mamá... porque ya mismo tengo que empezar las prácticas de empresa.

- Que digo yo, Luisi. – interrumpió María después de un rato sin hablar. – que no hay nada mejor para prepararse para un trabajo que practicar con otro, ¿no?

- Ya estoy viendo por donde vas... - dijo en un susurro.

- Pues ¿por qué no me echas una mano estos días en el King's y así aprender que es trabajar?

- María, sé cómo se trabaja, llevo toda la vida ayudando en el Asturiano, y perdona que te diga, pero no tiene mucho que ver con lo que estoy estudiando así que no sé en qué me va ayudar.

- Trabajo en equipo, implicación, actitud, productividad, aprender a soportar a un jefe cabrón.

-Ya, y para eso último, ¿te vas a meter muy en el papel? – respondió con sorna

- Venga, mujer. – siguió su hermana ignorando su comentario. – Me harías mucha falta estos días de fiesta, que seguro que hay mucha gente. – y le pudo la mejor cara de cordero degollado que pudo.

Luisita suspiró fuertemente y puso los ojos en blanco. En realidad, había aceptado incluso antes de que se lo pidiera, pero quería hacerse de rogar. Sabía que pasaría unas vacaciones un poco solitarias ya que Marina también estaba aprovechando el tiempo con su familia, así que era trabajar con su hermana en un bar con muchísimo ambiente, fiesta o música en directo, y encima cobrando, o quedarse en su cama pensando en cierta morena de rizos.

- Está bien, pero me tienes que dar un plus por trabajar en fiestas.

- ¡Ay! Si, si, Luisi, todo lo que tu quieras. – y le cogió la cara para llenarle la cara a besos.

- Ya, María, ya. – dijo limpiándose la cara.

- Así me gustan mis chicas unidas, a ver si aprender un poco de lo trabajadoras que son tus hermanas, Manolín.

- Manuel. – le corrigió simplemente sin levantar la vista de su móvil.

- Que sí, que sí. – le dijo su madre harta de siempre la misma pelea sobre su nombre. – Entonces Luisita, hablando de trabajos, ¿has pensado ya en qué vas a echar las prácticas? Que ya no me cuentas nada hija, cuando te llamo por las noches siempre pareces distraída y deseando colgar. ¿Quieres más patatas? – y sin darle tiempo de contestar echó un par de patatas más en el plato de la rubia.

Nosotras en la LunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora