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Nota de la autora:
Esta es la primera parte que contiene correos electrónicos y hay que tener en cuenta que entre mensaje y mensaje, pasa mínimo un día. Así los días separadas pasan más rápido
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De: Amelia Ledesma

Para: Luisita Gómez

Asunto: Sin asunto

No sé muy bien cómo empezar, tan solo quería ver qué tal te iban las cosas y hacerte saber que la tinta de ese bolígrafo era imborrable. Tardó días en irse. En serio, iba con cuidado al volver en el autobús, por si se emborronaba o algo, pero no. Creo que era "permanente" de verdad. Al parecer, no toda la publicidad es engañosa.

En fin. Espero que estés bien, Luisita.


De: Luisita Gómez

Para: Amelia Ledesma

Asunto: Loca del aeropuerto

Vale, como han pasado dos semanas desde que me marché, debo admitir que pensé que ya no me escribirías. Quiero decir, lo entendería, porque cuando corrí hacia ti apuntándote con un bolígrafo como si fuese un cuchillo, imagino que debiste de pensar que era la típica loca del aeropuerto que se crece después de haber visto tantas películas. Pero es que..., no sé, de repente caí en la cuenta de que hacía mucho tiempo que no conocía a nadie con la que me sintiese tan bien y que era triste que no fuésemos a saber nada más la una de la otra. Y pensé en las cosas que no me dio tiempo a preguntarte o en todo lo que no hablamos y, bueno, ya lo sabes, el resto es historia. ¿Crees que estoy delirando?

Posdata: menos mal que aquí no me puedes acusar de hablar mucho.


De: Amelia Ledesma

Para: Luisita Gómez

Asunto: No estás loca

No, no deliras. Aún estaba en París y acabo de llegar a Los Ángeles. Podemos hablar de vez en cuando por aquí. Ser amigas. No me dejes con la intriga, ¿cuáles son esas preguntas que no llegaste a hacerme?

Por cierto, ¿qué tal quedaron las cosas con Sebastián? ¿Estás ya por Londres?


De: Luisita Gómez

Para: Amelia Ledesma.

Asunto: RE: No estás loca

Ponte cómoda para leer porque la respuesta es larga, pero ha sido tu culpa, no haber preguntado. Estuvimos un par de horas hablando, nos gritamos, lloramos y nos consolamos mutuamente. Decidí ir con la verdad por delante y contarle lo que me había estado pasado desde hacía tiempo, que me había desenamorado poco a poco. Le dije eso porque realmente la idea de decirle que creo que nunca llegué a estar enamorada era demasiado cruel. Yo le dije que no era su culpa, y él me dijo que tampoco era la mía. Supongo que no elegimos de quien nos enamoramos, ¿no?

Decidí ser yo la que se mudaba fuera ya que era yo la que quise romper, además de que en nada me iría a Londres. (Por cierto, con eso te estoy respondiendo que sí, estoy en Londres).

Total, que me fui mientras tanto a casa de mis padres. Ay, Amelia... mis padres... bueno, más bien mi padre. Estaban tan enfadados... pero bueno, comprendieron que era lo suficientemente adulta como para tomar mis propias decisiones, y al final se les fue pasando al verme tan feliz. Dijeron que solo con el hecho de estar tan contenta ya valía la pena. Pero el tema de Londres... mi padre pasó por varias fases: la primera, me dejó de hablar durante todo el día; la segunda, se tiró horas mirando los álbumes familiares llorando; y la última, me llenó la maleta de recuerdos, de un libro de recetas y una bufanda del Atlético del Madrid. Según él, tenía que llevar a su equipo a recorrer el mundo.

Nosotras en la LunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora