Amelia llevaba rato viendo, y porque no decirlo, disfrutando del espectáculo que estaba dando la rubia que estaba la primera de la cola peleándose con los billetes. En parte le daba pena, pero por otra parte hacia tiempo que no había visto nada igual. Sin embargo, cuando se acercó a ella ofreciéndole ayuda, no pensó que encontraría semejante monumento. De lejos ya se podía apreciar la figura de la rubia, pero en cuanto le vio la cara a pesar de las ojeras, sus ojos acuosos y lo despeinada que estaba esa chica, era indudable su belleza. Se quedo muda durante un momento intentando acordarse como se hablaba. Que estúpido, ¿no? Con lo ligona que era siempre Amela que nunca le faltaban las palabras ni los piropos.
Pero esa chica la había dejado literalmente sin palabras. Tenia el pelo rubio en un moño despeinado que no sabia si se lo había puesto así queriendo o fue fruto del ajetreo del día, pero estaba preciosa, acompañada de una camiseta blanca, unos vaqueros que le quedaban de escándalo y unas converse que se imaginó que las habría elegido por la comodidad para hacer turismo. Aun así, la imagen de inocente que desprendía le enternecía demasiado como para ignorar lo desesperada y perdida que se veía la desconocida en esa ciudad
- Encantada Luisita. – logró decir tras recobrar el aliento y le regalo una dulce sonrisa. – Bueno entonces, ¿en que te puedo ayudar preciosa? – y ya estaba de vuelta la Amelia ligona
- Vaya que amable, ¿eres así con todas las chicas que rescatas en las estaciones de metro? – Le dijo una Luisita un poco más relajada y dejando ver por primera vez una sonrisa un poco más despreocupada.
- Que va, sólo con las que tienen cara de cordero degollado pidiendo a gritos auxilio con esos ojazos. – Le siguió el juego Amelia.
- Genial, - suspiró Luisita mientras ponía los ojos en blanco – no sé si estás intentando ligar conmigo, si estás vacilándome o riéndote de mí, pero de verdad te digo que hoy no es el día así que si vas a seguir con todas esas tonterías mejor déjame en paz.
A Amelia le sorprendió el carácter de la rubia, pero tampoco se lo podía recriminar, realmente tenía pinta de no estar en su mejor momento.
- Va perdona, que estaba de broma mujer. Por cierto, ¿qué intentabas hacer ahí? ¿Asesinar a la máquina? – preguntó Amelia intentando calmar el ambiente.
- Ojalá porque me habría quedado muy a gusto, pero desgraciadamente he perdido el combate. – Respondió Luisita intentando aguantar las lagrimas que amenazaban en salir al recordar su previa humillación publica ante la máquina. – Si no fuese porque todo está en francés... odio ese idioma.
- Pues en ese lugar has viajado al lugar perfecto. – Se le escapó a Amelia que se llevó una mirada recriminatoria por parte de Luisita. – anda ven conmigo, que te ayudo a elegir billete.
Amelia empezó a andar hacia la máquina más cercana y Luisita se quedó mirando como se alejaba aquella morena. Se apresuró para coger las pocas pertenencias que tenia y seguirla antes de perderla de vista y quedarse totalmente abandonada de nuevo. Una vez ya delante de la maquina Amelia empezó a pulsar botones para ir al menú y comenzar la explicación. Se situó junto a la rubia y la volvió a mirar chocando con sus ojos. El escalofrío que les recorrió a las dos fue indudable, aunque ninguna se explicaba el motivo, pues, aunque a Amelia aquella rubia le parecía un sueño, ella no era de las que desarrollaba sentimientos por ninguna chica y mucho menos por alguien a quien conocía de hacía 5 minutos, y para Luisita, aunque tenía que reconocer que pensaba que el cuerpo femenino podía ser atractivo, nunca se había sentido atraída por una mujer en concreto.
- Bueno, a ver – dijo Amelia aclarándose la garganta y rompiendo el momento – este es el menú de inicio, y si le das a este botón te salen todas las paradas que salen desde esta estación. ¿A ver, a donde quieres ir?
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Nosotras en la Luna
FanfictionCada una vive en un lugar del mundo, y sin embargo, el destino hace que una noche en la que Luisita necesitaba escapar se encuentren entre las calles de París. Sabiendo que sólo pasarían juntas esa noche, nada será igual el resto de sus vidas. Histo...