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Amelia abrió los ojos de golpe. El móvil estaba sonando. El móvil... que debería estar en la mesita, pero ahora no lo encontraba. Salió de la cama y se agacho para recogerlo del suelo. Lo habría tirado después del primer tono. Frunció el ceño al ver que era Luisita.

Luisita... llamándola...

Se le aceleró el corazón.

- ¿Estás bien? Luisita...

- Si... —Hablaba en susurros—. Sí —repitió—. Siento..., siento haberte llamado... Oh, Dios, Amelia, acabo de caer en la cuenta de la diferencia horaria. No sé por qué no lo he pensado. Yo solo..., ha sido un impulso. Te he despertado, ¿verdad? Lo siento.

- No pasa nada. ¿Todo bien, entonces?

La morena le echó un vistazo por encima del hombro a la chica que dormía en su cama y luego cogió la primera camiseta que encontró y salió de la habitación, descalza. Fue para la terraza y se sentó en su silla.

- Si, todo bien. Perdona, no puedo hablar muy alto. Bri... bueno, B se ha quedado dormida y estoy un poco nerviosa. Ni si quiera sé por qué te he llamado a ti, debería haber llamado a Marina.

- Pero, ¿qué ha pasado? ¿Te ha hecho algo, Luisita? – se estaba empezando a poner muy nerviosa.

- No, no. Nada de eso. Es sólo que estábamos en la fiesta y bueno, nos empezamos a enrollar y una cosa llevó a la otra y bueno, aparentemente vive muy cerca de la fiesta, así que nos vinimos aquí... el resto supongo que te lo imaginas. El caso es que no tengo demasiado claro que debería hacer ahora. Es decir, no puedo dormir aquí, y no es que ella ronque ni nada de eso, es que no paraba de dar vueltas en la cama... no estoy cómoda. Me siento fuera de lugar.

Amelia miró para el cielo y tragó saliva con fuerza. Apenas había empezado a amanecer, aún estaba el cielo oscuro. Respiró hondo, y se concentró en el sonido de voz de la rubia. Lo había echado de menos. Procuró pensar en cualquier cosa menos en la idea de esa chica besándola, tocándola, haciéndola gemir...

- Quieres irte, ¿es eso? – adivinó

- Si – admitió bajito. – Es que han sido muchas emociones de golpe. Necesito estar a solas para procesarlo todo, ya sabes. Y también necesito mi cama.

Amelia recordó como se quedó dormida junto a ella en esa buhardilla a finales de agosto...

- Vale. Entonces deberías hacerlo.

- Pero no quiero que se enfade.

- Entiendo...

- No quiero que piense que la he utilizado o algo de eso. Ha sido muy considerada conmigo...

- Puedes dejarle una nota. Es la mejor alternativa. – Amelia intentó hacer caso omiso a lo último que dijo la rubia.

- Si, eso suena bien, ¿no? Algo así como: "gracias por esta noche, nos vemos pronto". Nadie puede enfadarse después de eso, ¿verdad?

- No, y si se enfada, es idiota.

- Vale. Creo que tengo papel en el bolso...

- ¿Tienes tu ropa a mano?

- Casi toda. – Fue un susurro casi inaudible.

- ¿Qué significa eso? – contuvo Amelia el aliento.

- Pues..., no me hagas decirlo en voz alta...

- No me jodas. ¿Has perdido tus bragas?

-¡Amelia! Joder. Acabaré despertándola.

La morena no pudo evitar echarse a reír. Lo hizo con ganas y alto, acabando totalmente recostada en esa silla, suspirando, con el teléfono pegado a la oreja y la mirada fija en el cielo que se iba aclarando lentamente. Escuchó a Luisita protestar entre murmullos.

Nosotras en la LunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora