Elevando las apuestas Parte 2

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Un nuevo día había llegado, Gaara se levantó temprano y se metió a la ducha, apenas había podido dormir, después de lo que había hecho la noche anterior, sentía que se estaba volviendo loco, porque a pesar de que fue algo sumamente atrevido para el tipo de relación que llevaban él y Matsuri, no se arrepentía de nada, había sido maravilloso cuando ella le correspondió, cuando también lo tocó, cuando compartieron esos besos tan apasionados.

—Joder, piensa en otra cosa —se regañó a sí mismo, abriendo el grifo del agua fría, a ver si eso lograba apagar un poco el calor que se había apoderado de todo su cuerpo, pero todo lo que logró fue pegar un grito por el repentino cambio de temperatura.

Cuando terminó de bañarse, se puso el uniforme y se arregló un poco el cabello, que seguía mojado, para luego mirarse al espejo.

—Muy bien... todo está bien, no debo ponerme nervioso... —dijo para sí mismo, pero apenas pensó en volver a ver a Matsuri, terminó bajando la mirada y dándose un golpe en la cabeza, continuaba repitiendo las imágenes y sensaciones de su cuerpo, el sonido de su voz agitada, la suavidad de su piel—. Rayos...

Temari estaba sentada a la mesa, desayunando, aunque no se sentía del todo bien, no sabía si era el aroma tan fuerte de los huevos revueltos, pero tenía muchas ganas de vomitar. Por otro lado, Kankuro estaba sentado frente a ella, se mantenía callado y pensativo, como si algo le molestara.

Gaara bajó las escaleras y se unió a sus hermanos, quienes lucían como si los hubiera arrollado un camión, a diferencia de él, que a pesar de lo avergonzado que todavía se encontraba, se sentía fantásticamente.

—¿Les pasa algo? —preguntó al sentarse a la mesa, por lo que pudo notar, su padre ya había salido al trabajo y su mamá se encontraba limpiando la cocina.

—Nada —dijo Temari, que miró a Kankuro y le hizo un extraño gesto facial, como si le avisara que mantuviera la boca cerrada.

—No sé de qué hablas, Gaara —el castaño comprendió el mensaje, así que esbozó una sonrisa fingida—. Por cierto, hoy te ves de buen humor, ¿sucedió algo bueno?

Las mejillas del pelirrojo tomaron un leve y casi invisible tono carmesí, que intentó disimular al llevarse una tostada con mantequilla a la boca.

—No —habló mientras comía.

Sus hermanos no pudieron evitar reír al verlo actuar así, era evidente que Gaara les ocultaba algo, pero decidieron dejarlo pasar por el momento; por otro lado, Kankuro miró nuevamente a Temari con seriedad, después de un rato, no podía olvidar lo sucedido la noche anterior.

—¿Por qué Temari me hace comprarle medicamentos para el estómago? —se preguntaba el castaño, que acababa de salir de la farmacia y llevaba la bolsa de sus compras en una de sus manos. Hacía frío, ya estaban en invierno y el clima empeoraba, así que estornudó, abrazándose a sí mismo.

Justo cuando iba a llegar a la esquina para cruzar la calle, notó del otro lado a esa chica, la que estaba metiéndose en cosas que no le importaban, Temari ya le había contado sobre la mentira que Sari le dijo a Gaara, así que él estaba al tanto de las maldades de esa mocosa.

Se apresuró a esconderse detrás de un bote de basura y la vio entrar a la misma farmacia en donde él acababa de comprar, esperó unos minutos a que ésta saliera y, cuando por fin lo hizo, salió de su escondite y la agarró con fuerza por la muñeca.

—Ven aquí, chiquilla —dijo de mala gana, sorprendiéndola.

—¿Qué haces aquí? —cuestionó Sari, siendo jalada por el mayor, que no parecía querer permitirle la huida, pues cada que ella trataba de zafarse, Kankuro la sostenía con más fuerza. Cuando llegaron a un callejón sucio y poco iluminado, la soltó con fuerza contra la pared—. Eso duele... —se quejó la chica, sobándose la muñeca, al tiempo que dejaba caer lo que había comprado.

No Me OlvidesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora