Fortalecer los lazos Parte 2

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Advertencias: Este episodio contiene escenas un poco fuertes para algunos lectores, aunque traté de suavizarlas u.u

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De lo enojada que se sentía aquella tarde, cuando Sari llegó a casa, lo primero que hizo fue patear con fuerza la puerta, había olvidado que el inútil de su padrastro estaba en casa, ya que había sido despedido de su trabajo y, seguramente, estaba ebrio en el sofá, así que le asustó un poco cuando lo escuchó hablar.

—¿Qué te sucede, mocosa? —cuestionó el hombre, levantándose de su cómodo asiento frente al televisor de la sala.

Cuando Sari lo miró, vestido en ropa interior, con esa camiseta que parecía que no se cambiaba en días, sintió ganas de vomitar, no podía entender qué era lo que su mamá vio en ese sujeto como para abrirle las puertas de su casa y de su vida.

—¿Qué carajo te importa? —respondió con otra pregunta, furiosa, ya no le importaba lo que pudiera pasar.

—¿Cómo me acabas de contestar? —el hombre, sorprendido por el atrevimiento de la menor y sabiendo que su esposa no estaba en la casa, que llegaría tarde, no dudó en dar zancadas hacia la estudiante, agarrándola por la muñeca con tanta fuerza, que la mano de ella se puso roja—. Escúchame, chiquilla, más te vale que me pidas disculpas, si no quieres que te vaya mal.

—Déjame en paz —Sari, atemorizada ante lo que había provocado, intentó soltarse, pero sólo consiguió ponerlo más enojado.

Momentos después, en esa casa, sólo se podían escuchar los ruidos de los golpes y los quejidos de dolor de esa chica, que no podía dejar de sentir como si el mundo entero estuviera en su contra, como si su única opción fuese dejar salir esa frustración por medio de su odio y su envidia hacia los demás.

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—¿Crees que tu padre se moleste por haberte secuestrado de esa reunión familiar? —preguntó Gaara, mientras –sosteniendo la mano de Matsuri–, ambos caminaban por la ciudad. Ya estaba oscuro el cielo, pero las luces de neón de las tiendas y los focos de la calle lo iluminaban todo, casi como si fuese de tarde.

—Seguro que sí —Matsuri rio ligeramente, encogiéndose de hombros para restarle importancia al asunto—. Pero está bien, no te hará nada.

—Eso espero —dijo el pelirrojo, deteniendo sus pasos de pronto. Se paró justo delante de su novia y la miró fijamente a los ojos, le gustaba como las luces se reflejaban en ellos y los hacían lucir aún más brillantes y bonitos—. Oye, ¿ya te sientes mejor?

Matsuri asintió con la cabeza, aunque no pudo seguir sosteniéndole la mirada al más alto, tuvo que voltear a ver al suelo.

—Estoy bien, Gaara-kun —aseguró—. Es sólo que yo... bueno... —hizo una corta pausa, soltando un suspiro—. No entiendo el comportamiento de Sari, se supone que ella y yo éramos amigas, así que... —se mordió el labio inferior, no quería explicar demasiado y terminar metiendo la pata.

Gaara no dudó en abrazarla, él no entendía del todo los temas de chicas, tampoco tenía muy claros los lazos de amistad, incluso si ya tenía a su lado a su mejor amiga de la infancia, no recordaba muchas cosas de las que habían vivido en conjunto, casi ninguna de ellas, para ser más concreto y, aunque no quisiera admitirlo, Sari le hacía sentirse incómodo, ahora más, después de lo que había ocurrido.

—Yo tampoco lo entiendo —susurró él, acariciando el cabello de su novia—. No sé por qué hizo lo que hizo, pero créeme, no pienso permitir que confunda las cosas conmigo.

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