Castigo después de clases Parte 1

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Matsuri estaba en la enfermería junto a su amigo y superior, Sai, a quién le vendaba cuidadosamente su mano herida. La enfermera había salido a hacer algo urgente, por lo que a la castaña no le quedó más remedio que curar por si misma a su amigo.

Sai sentía una fuerte punzada en su mano, pero no quería preocupar a Matsuri, por eso no se había quejado ni una sola vez desde que llegaron a la enfermería.

—Ya está listo —dijo la castaña con una sonrisa—. Siento no ser tan buena como una enfermera de verdad, pero creo que esto servirá por ahora.

—¿Por qué dices que no eres buena? —le cuestionó Sai—. Yo creo que lo has hecho muy bien.

—Siempre eres tan amable —dijo Matsuri.

—¿Esa chica rubia es tu prima? —preguntó de pronto el chico, llamando levemente la atención de su amiga.

—Así es —respondió Matsuri—. Siento que haya sido tan grosera, a veces Ino-chan no se puede controlar.

Sai asintió con la cabeza, sin decirle nada más, pero para sí mismo, no podía entender cómo es que una chica tan maleducada y antipática podía tener una relación de sangre con Matsuri. En verdad eran muy diferentes. Es más, esa Ino no le había agradado ni un poco.

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Gaara estaba furioso. Realmente no podía entender cómo el ver a Matsuri tomando de la mano a otro chico podía ponerlo en ese estado, pero no podía controlarlo, él mismo se sorprendía de que se sintiera así.

—¿Qué me pasa? —se preguntó con el ceño fruncido—. ¿Qué demonios me importa a mí si Matsuri sale con ese tipo?

Caminó hasta llegar al gimnasio, mirando por el lado de las bancas para ver si allí estaba lo que había perdido, y por suerte lo halló. Recogió el pequeño objeto, una muñequera de color rojo, tejida a mano. Sonrió cuando la tuvo puesta en su lugar, pues ese objeto era muy preciado para él. Todo lo que podía recordar de su pasado lo representaba aquella muñequera, pues se la había dado esa niña misteriosa con la que siempre soñaba. Lo único que su mente aún conservaba intacto, su único recuerdo, a pesar de que el rostro de esa niña permanecía en blanco en su mente.

—No tengo que seguir preocupándome por alguien como Matsuri —dijo para sí, tratando de calmar un poco su furia. ¿Qué podría importarle a él lo que esa chica hiciera? Después de todo, no tenían ni tendrían ninguna relación. Sí, él quería convencerse de que no le importaba, pero sabía que se estaba engañando a sí mismo.

Sus sentimientos por Matsuri no eran cualquier cosa.

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Era tarde y Sai estaba en el salón de dibujo. Había preparado todo para pintar un hermoso cuadro, pero cuando tomó el pincel y trató de pasarlo sobre el lienzo, su mano dolió tanto que le hizo soltar el pequeño instrumento. Se miró sorprendido la mano que había sido vendada por su dulce amiga Matsuri. ¿De verdad tendría una lesión seria?

—¿Por qué duele tanto? —se quejó, sobándose un poco por el dolor que sentía.

Ya todos estaban saliendo de la escuela, pero como era usual en Ino, estaba en búsqueda del chico que había escogido como presa. Estaba segura de haberle visto caminar hacia algún lugar de la escuela, puesto que escuchó que hoy él y algunos chicos más del salón estarían castigados por alguna cosa que no le interesaba saber. Caminaba por los pasillos, hasta que escuchó el ruido de algo estrellarse contra el suelo. Su curiosidad la mató, así que se metió a aquel salón, encontrándose con el chico pelinegro de hace rato.

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