Mi persona especial Parte 2

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Era algo tarde cuando Gaara salió del baño, luego de tomar una ducha. Sólo una toalla cubría su cuerpo, pues había olvidado la pijama en su habitación. Al entrar a la misma, acabando de secarse el cuerpo, se puso la ropa interior y miró hacia la ventana, notando que la luz de la habitación de Matsuri estaba apagada, parecía que ella no estaba ahí.

Frunció el ceño y, luego de ponerse el pantalón del pijama, cogió su celular, que estaba sobre su mesita de noche. Abrió la aplicación de WhatsApp y envió un mensaje a la chica, para luego tomar su remera y ponérsela, no le gustaba mucho usarlas para dormir, pero el clima comenzaba a tornarse frío. Se arrojó sobre la cama, mirando hacia el techo, mientras las imágenes de Matsuri no dejaban de rondar en su cabeza.

Habían tenido un buen día, una salida agradable por la tarde, a pesar del incidente con sus recuerdos, e incluso había podido sentir la calidez de su cuerpo en dos ocasiones.

Gaara jamás había pecado de ser un promiscuo, pero no podía evitar que, al recordar el momento en que tuvo a la castaña entre sus brazos, la temperatura de su cuerpo aumentara, concentrándose en su rostro y en "cierta" parte de su cuerpo.

El sonido de un mensaje lo distrajo, así que tomó el teléfono para revisar.

"Hola, Gaara-kun, no estoy en casa, he venido a pasar la noche con Hinata-chan y Sakura-chan, ¿aún no vas a dormir? No te desveles, no te hace bien. ¡Que duermas bien! Ah, y perdona lo de mi padre hoy, es muy sobre protector. Te quiero, Gaara-kun."

Le sonrió como un idiota a la pantalla, mientras redactaba una respuesta, sin notar que alguien le observaba desde la puerta abierta de su habitación.

"No me trates como a un niño, tonta, que te lo pases bien, buenas noches, no te preocupes por lo de tu papá."

Después de pensar si debía o no añadir un "también te quiero" decidió que lo mejor era no hacerlo, aquello sería demasiado vergonzoso.

—Gaara.

La voz de su padre le hizo mirar hacia la puerta, el hombre estaba de pie ahí, observándole. El pelirrojo se sentó rápidamente, frunciendo de manera ligera su entrecejo.

—¿Qué? Hoy no hice nada, que yo sepa —dijo de mala gana, cruzándose de brazos, al tiempo que desviaba la mirada, para no tener que ver a su progenitor, quién siempre le observaba con aquella frialdad, como si le odiara.

—No vine por eso —Rasa pareció relajar su expresión de pocos amigos y, sin siquiera ser invitado, se sentó junto al menor de sus hijos, junto a su cama—. En realidad, quiero hablar contigo de algo, nunca hablamos, Gaara.

El pelirrojo estaba un poco desconcertado, pero no dudó en apelar a todos sus argumentos punzantes.

—Bueno, tú sólo me hablas para recordarme lo inútil que soy y lo decepcionado que estás de mí... —mientras sus ojos de color aguamarina se posaban sobre la ventana semi abierta, por donde se colaba el viento helado de la noche, su padre suspiró, alzando su vista hacia el blanco techo de la habitación de su hijo.

—Nunca hablamos de estas cosas, pero tú y yo solíamos llevarnos muy bien antes del accidente —al escucharlo, el chico rápidamente volteó a verle con sorpresa—. Yo solía ser tu héroe y tú mi orgullo, Gaara —mientras él continuaba hablando, el pelirrojo sólo podía sorprenderse más—. Todo cambió porque te volviste rebelde, ya no me respetas, no respetas a tu madre, ni a tus hermanos, como si fueras otra persona...

—Yo no...

—Entiendo lo frustrado que estás —le interrumpió el castaño—. No, seguramente no puedo ni siquiera alcanzar a comprenderlo del todo, pero Gaara —hizo una leve pausa, observando al aún atónito muchacho—. Tú eres mi hijo y jamás debes pensar que yo no te quiero, estoy enojado, sí, pero es porque no quiero que arruines tu futuro.

No Me OlvidesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora