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Que le dieran a Yoongi, al rap, y a todo lo que tuviera que ver con esas dos cosas. Me estaba muriendo de sueño, y por cada paso que daba los párpados se me cerraban un poco más. En mi cabeza perjudicada por el agotamiento me había planteado arrastrarme desde la limusina hasta la misma puerta de clase, y seguramente lo habría hecho de no ser por la dichosa falda del uniforme. Porque entre quedarme dormida de pie y echarme abajo las rodillas, prefería de lejos la primera opción.

Estaba medio zombi, y lo sentía muchísimo por la profesora Song, pero planeaba pasarme la primera hora de Introducción a la Filosofía durmiendo. Necesitaba reponer fuerzas, darle a mi cerebro algo de descanso para recuperar mi lucidez, y no veía mejor forma de hacerlo que echándome una buena siestecita mientras la voz aburrida y monótona de esa mujer explicaban las vertientes filosóficas de un señor alemán heterobásico y misógino que probablemente olía a culo y a sudor.

«Sí, te estoy mirando a ti, Nietzsche».

—¡Buenos días! —me saludó una muy enérgica Yeri, interceptándome entre la multitud. Todos andábamos como borregos hacia el mismo edificio para recibir nuestras seis horas de tortura correspondientes, pero eso a ella no parecía fastidiarle tanto como a mí.

—Serán para ti —bufé.

—¿Qué te pasa? Alegra esa cara, mujer. Cualquiera diría que te has enrollado con Park Jimin este finde. —No tenía fuerzas para mucho, así que solo pude lanzarle una mirada envenenada como respuesta a su gracieta—. Uy, ¿he dicho algo malo o solo es porque he pronunciado su nombre? ¿A ver? Jimin —dijo, y entorné los ojos—. Jimin —repitió. La iba a matar—. Jimin, Jimin, Jimin, Jimin, Jimin...

—¡Cállate, por el amor de Cristo!

—Sigues rayada, ¿no? —acertó, y la muy idiota estaba disfrutando con la situación. Desde que se lo comenté, lo único que había hecho había sido reírse de mí—. Vamos, Roa, te gusta, ¿no? Pues ya está, ¿qué más necesitas?

—No es eso —dije con casi total sinceridad—, es que solo he dormido dos horas.

—Ya, seguro...

—Que sí, que Yoongi me obligó a ir con él a una de sus batallas de gallos anoche.

—¿Fuiste a ver cómo se peleaban unas gallinas?

—No, me refiero a las batallas de rap. Freestyle y todo eso, ya sabes; que si me cago en tu abuela, que sí cómeme la polla que la tengo más grande que tú... esas cosas.

—¿Se insultan?

—Esa es la gracia, al parecer.

—Bueno, vale, no has dormido una mierda. Pero sigues rayada con lo de Jimin, que lo sé yo.

Le dediqué otra mirada de odio a mi amiga; mi adorable amiga bajita que usaba ropa diez veces más ancha de lo normal sin ningún tipo de atractivo y que era más pesada que una vaca en brazos. Y que no dejaría el tema hasta que yo no admitiera que, efectivamente, seguía rayada por lo de Jimin. No me quedaba más remedio que darle la razón. Eso si quería tener una mañana medianamente tranquila, claro. Para colmo, la distancia entre la entrada del instituto y el puto edificio se me estaba haciendo más interminable que nunca.

Ricos, todo lo tenían que hacer a lo grande.

—Sí, sigo rayada por lo de Jimin, ¿contenta?

—Estaré más contenta cuando aceptes que quieres ir en serio con él —dijo con una orgullosísima sonrisa maquiavélica.

—Es que no puedo saber si eso es lo que quiero, porque resulta que no sé cómo debería sentirme para ir en serio con una persona.

—Pero Jimin te gusta mucho —insistió ella—, tú misma lo has dicho.

Cold as Fire » jjk, pjmDonde viven las historias. Descúbrelo ahora