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—¿Por qué has guardado mis tacones? Te dije que los tiraras.

Jungkook se dio la vuelta en su silla giratoria para mirarme. No se había dado cuenta de que había entrado en su habitación porque estaba jugando a uno de esos juegos que ponen en riesgo tu cordura cuando pierdes más de dos veces seguidas. Como el shooter al que jugamos Yeri, Taehyung y yo cuando fuimos a aquel PC bang. Además, unos cascos enormes que se encendían con lucecitas de colores le cubrían las orejas —y hasta así estaba guapo, si se me permite la aportación—, pero cuando se percató de mi presencia, se los quitó y los dejó sobre el escritorio.

El caso es que las clases por fin habían terminado y yo pretendía hacerle una visita sorpresa, pero cuando me descalcé como buena coreana y abrí el pequeño armario de zapatos que había junto a la puerta para colocar las sandalias que me dejó aquella vez y que por fin me había dignado a devolverle, me encontré cara a cara con los tacones que llevé la noche de la gala. Y no fue precisamente una alegría para mí.

—¿Por qué no me has avisado de que ibas a venir? —me preguntó en lugar de responderme. ¿Ya íbamos a empezar con los reproches? Qué pronto.

—Porque me gusta comprobar que tengo una suegra que me adora y que me abre las puertas de su casa de par en par cada vez que me ve por el interfono. —Jungkook rodó los ojos, pero yo no le hice ni caso. En cambio, agarré los tacones y los saqué del armario para enseñárselos—. ¿Me vas a decir ya por qué has guardado a estos hijos de satanás?

—Parecían caros —explicó, acompañando sus palabras de un leve encogimiento de hombros. Yo solté una risita incrédula y me quedé mirándolo con las cejas enarcadas.

—Y lo son, pero tenía entendido que a ti las cosas caras te daban igual.

—La mayoría sí —confirmó.

—¿No será que te recordaban a mí y te sentías como el príncipe de Cenicienta? Venga, admítelo.

—Ni siquiera he visto esa película.

—Pero sabes de qué va. Todo el mundo sabe lo que pasa en esa peli. Ella pierde un zapato de cristal en el baile y él lo guarda para probárselo a todas las mujeres del reino y volver a encontrarla. ¿Es eso lo que pensabas hacer con mis tacones? ¿Ibas a buscar a otra a quien le quedaran bien para sustituirme? —Jungkook, lejos de responder a mi pregunta, cerró los ojos y apoyó la cabeza contra el altísimo respaldo de su silla. No sé si estaba buscando paciencia o haciéndose el muerto, creo que lo primero—. Vale, lo pillo. No es por eso.

—No, no es por eso.

—¿Entonces? —Me quedé mirando los tacones como si estos fueran a darme la respuesta, pero evidentemente los objetos inanimados no hablaban. Y mi novio empezaba a parecerse a uno—. Ahora que lo pienso, ¿qué pasó esa noche? Porque no me acuerdo de nada. Nos besamos, sí, pero... ¿qué más?

—No estoy autorizado para hablar de ello.

Fingí que le lanzaba uno de los tacones en respuesta y él se encogió sobre la silla a la vez que se cubría con las manos. No sé por qué pensaba que iba a tirárselo de verdad, pero me pareció gracioso. Era la primera vez que veía a Jungkook asustado de algo. De un tacón volador que ni siquiera había llegado a escaparse de mi mano. Qué irónico suceso.

—Algún día te despertarás atado a esa silla, te torturaré y te obligaré a contármelo todo, que lo sepas —le amenacé. No pareció tomárselo muy en serio, pero mejor para mí. Cuando por fin lo hiciera, no sospecharía nada.

Volví a guardar los tacones y avancé hasta el centro de la habitación. En la pantalla del ordenador, el personaje de Jungkook estaba siendo brutalmente acribillado a tiros por un enemigo, pero a él no parecía importarle lo más mínimo. En cambio, se quedó mirando todos y cada uno de mis movimientos como si, desde que yo había aparecido, ya no existiera nada más a su alrededor. Y no voy a mentir; me encantaba que me observara de aquella manera.

Cold as Fire » jjk, pjmDonde viven las historias. Descúbrelo ahora