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Me había escapado de nuevo, pero esta vez mi destino no fue la cafetería. Mi madre había vuelto a castigarme por mis malas notas, me había dicho que nunca llegaría a nada en la vida, que siempre sería una fracasada, y luego me había mandado a mi habitación como si yo fuera Rapunzel y ella la bruja. De hecho, una de las dos cosas era cierta. Y no era lo de Rapunzel, porque mi pelo era más bien corto y negro. Así fue como acabé en casa del señor Min, y no planeaba volver a la mía propia aquella noche, porque no me apetecía lo más mínimo volver a aquel infierno. Si de mí hubiese dependido, me habría independizado hacía tiempo, pero mi padre jamás lo habría permitido.

Volví a girar sobre mí misma y escondí mi rostro en la camiseta de Yoongi mientras este veía Show Me the Money en su Samsung. No escuchaba nada, porque se había puesto los auriculares para no despertarme creyendo que realmente me había quedado dormida, pero lo conocía tan bien que estaba segura de que eso era lo que estaba viendo, y cuando abrí uno de mis ojos para comprobarlo, confirmé que no me equivocaba. Hablar de Yoongi y hablar de rap era como hablar de la misma cosa.

En realidad había estado más de una hora dándole vueltas a mi decadente situación familiar. Echaba de menos a mi padre, cuando él estaba en casa mi madre no se atrevía a tratarme tan jodidamente mal. Y Yoa, que se suponía que era mi hermana, no era capaz de llevarle la contraria ni una sola vez para defenderme, incluso a sabiendas de que se estaba propasando. Todo porque necesitaba su maldita aprobación para ser feliz. Tenía ganas de llorar, y fue por eso que me escondí en el cuerpo de mi amigo. Pero él, como siempre, lo notó.

—¿Estás bien? —negué en silencio mientras él se retiraba los auriculares de sus oídos y me miraba. No podía verle, pero sentía todos y cada uno de sus movimientos—. ¿Quieres hablarlo?

—No.

—¿Seguro? —asentí mientras me aferraba más a su cuerpo, y lo oí suspirar cuando metí mi rostro en el hueco de su cuello y mi nariz rozó su piel—. ¿Es una indirecta, Roa?

—Mhm.

Comencé a dar cortos y húmedos besos por todo su cuello hasta llegar al lóbulo de su oreja, el cual atrapé entre mis labios y mordí suavemente. Una risita se me escapó cuando Yoongi comenzó a negar, sabiendo lo que trataba de decirle.

—Siempre me haces lo mismo —rio, girándose para encararme. Sus manos de largos dedos comenzaron a acariciar mi cintura mientras sus bonitos ojos felinos adoptaban ese característico brillo que yo ya conocía muy bien—. ¿Estás segura?

—Muy segura.

Su boca no tardó en estar sobre la mía, y yo le seguí de inmediato, tan hambrienta de él como solía estar. Fui yo la primera en ir a buscar su lengua. La suya me recibió tan cálidamente como de costumbre, enroscándose alrededor de la mía de forma brusca pero bastante hábil, acariciándome como si pudiera hacerme sentir su tacto en todas las zonas de mi cuerpo. Me encantaba besar a Yoongi, me hacía sentir viva, libre, y me hacía olvidar todas mis preocupaciones momentáneamente. Pero había algo que me gustaba más que eso, y que me hacía sentir aún mejor.

Mientras sus besos me mantenían ocupada, sus dígitos fueron descendiendo lentamente por mi piel y se metieron bajo la tela de mis bragas con delicadeza. Sus caricias siempre me hacían estremecer, y me mojaba con bastante facilidad cuando se trataba de él. De hecho, mi vagina ya había comenzado a humedecerse por la anticipación de tenerle dentro de mí, y cuando sentí el primero de sus dedos deslizarse entre mis pliegues jadeé en su boca, arrancándole una sonrisa triunfal.

—Me encanta que te mojes tan rápido —susurró, yo le mordí el labio inferior en respuesta, haciéndole gruñir de satisfacción—. ¿Ya me estás exigiendo? Está bien. Abre bien las piernas, cariño... esto te va a gustar.

Cold as Fire » jjk, pjmDonde viven las historias. Descúbrelo ahora