—¿Has estado expuesta a situaciones de estrés, hecho algún sobreesfuerzo físico, consumido alguna droga o llevado malos hábitos alimenticios en los últimos meses, Roa?
«Sí, sí, sí pero no porque yo quisiera precisamente, y sí».
Eso es lo que me habría gustado decirle al cardiólogo en aquel momento, pero no fui capaz de abrir la boca. ¿Cómo iba a decir en voz alta que comía prácticamente lo que me daba la gana y que me habían drogado para intentar abusar sexualmente de mí como si esas dos cosas fueran igual de comunes y anodinas y luego me iba a quedar tan tranquila? Por no hablar de aquella vez en la que recibí un codazo en el pecho por meterme en mitad de una pelea, o aquella otra en la que Jungkook estuvo a punto de morir ahogado y sufrí algo muy parecido a un ataque de pánico. En los últimos meses, mi vida había sido de todo menos tranquila, y me avergonzaba admitir aquello sabiendo que tenía que haber tenido más cuidado con mi salud.
—Han sido unos meses complicados —respondió mi madre en mi lugar, confirmando las sospechas del Doctor—. Además, hace algún tiempo recibió un pequeño golpe en el pecho, pero nos dijeron que no había sido nada.
«Como si te importara», pensé.
Lo que menos me gustaba de ir a una revisión médica (aparte de que eso implicaba tener que ir al hospital y yo odiaba los hospitales por razones más que evidentes) era que mi madre siempre me acompañaba y se tomaba la libertad de responder a todo por mí. Pero en esa ocasión me sentía enormemente agradecida con su afán de protagonismo, porque me quitó la responsabilidad de confesar en voz alta lo irresponsable que había sido desde la última revisión.
El Doctor Song hizo una mueca muy extraña con la boca y volvió la vista a la pantalla de su ordenador, analizando mis resultados de nuevo. La seriedad que eclipsaba la sonrisa con la que siempre solía recibirme empezaba a darme escalofríos y levantaba algunas sospechas sobre mi estado de salud, pero quise pensar que eran imaginaciones mías.
—¿Por qué? ¿Hay algún problema con los resultados, Doctor? —insistió mi madre al ver que no había ningún tipo de respuesta por parte del hombre. Supongo que no era la única que sospechaba que algo iba mal. El Doctor Song, lejos de atender aquellas cuestiones, decidió continuar con mi interrogatorio.
—Roa, ¿has tenido mareos o te has sentido muy cansada últimamente? —preguntó mientras hacía rodar la pequeña ruedecita del ratón y daba algunos clicks por aquí y por allá.
—Eh... ¿puede ser?
Asintió y continuó observando la pantalla con una expresión tan neutral que me dieron ganas de agarrarle por los hombros y sacudir su cuerpo hasta que reaccionara. Después, en un informe que tenía sobre la mesa, comenzó a escribir algo que jamás sería capaz de descifrar y que, a simple vista, parecía alguna lengua antigua y obsoleta. Tanto mi madre como yo permanecimos a la espera de que dijera algo, observando los movimientos de su mano con curiosidad. ¿Qué cojones estaba escribiendo? ¿Eso era una «a» o una «o»?
—¿Puede dejar de ignorarme y decirme qué es lo que le pasa a mi hija de una buena vez? —demandó mi madre de nuevo. Él suspiró y, con un carraspeo previo, soltó el bolígrafo y volvió la atención hacia nosotras mientras cruzaba los dedos de las manos sobre la mesa.
—Señora Moon —dijo con esa voz con la que solo se puede dar una mala noticia—, me temo que el corazón de Roa se está debilitando.
—¿Qué quiere decir con eso?
—Quiero decir que su situación ha empeorado. A su corazón cada vez le cuesta más bombear la sangre y, si no le ponemos remedio, dejará de hacerlo muy pronto.
Jamás olvidaré el silencio ensordecedor que le siguió a aquel diagnóstico, porque sentí que pasaron milenios sin que nadie dijera nada. Era como si el mundo se hubiera detenido por completo y mis neuronas hubieran dejado de funcionar tras la intimidante explicación que nos había dado el Doctor. Sentí horror ante la idea de que mi corazón estuviera destinado a pararse, pero a la vez me encontré envuelta en una impasibilidad irreal. Casi como si estuviéramos hablando de otra persona y no de mí. O como si mi cerebro no quisiera aceptar y procesar la información que se me estaba proporcionando. ¿Iba a morir? Pero si yo ya había estado a punto de morir una vez, ¿por qué tendría que pasar por esa situación de nuevo? No tenía sentido. Tenía que haber un error. Pero en el fondo sabía que no lo había. En el fondo ya me lo esperaba, porque me conocía y conocía mi cuerpo, y porque los síntomas que había estado experimentando últimamente me habían alertado de alguna manera y me habían preparado para ese momento.
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Cold as Fire » jjk, pjm
FanfictionEl comportamiento de Roa nunca estuvo ligado a su estricta cultura ni a lo que se esperaba de una "señorita de su estatus social", y las muchas críticas que recibió por ello le resbalaron como el más escurridizo aceite. Para ella, la vida era un jue...