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—Tu jefe y ese tío rubio nos están mirando mucho.

—Sí, es que son idiotas.

—Me ponen nervioso. En el mal sentido.

—Ya. Pues no puedes pegarle a ninguno de los dos.

Tras mi breve y concisa explicación, cuya rotundidad esperaba que fuese suficiente para aplacar los instintos asesinos de Jungkook, continué con mi ardua tarea, que se trataba nada más y nada menos que de... ¡Exacto! ¡Despejar la x de una ecuación de tercer grado! Y eso no era nada, después me esperaba unas cuantas integrales y aprender a hacer matrices. Qué absolutamente maravillosa mañana de sábado, ¿verdad?

—¿Quién es? —preguntó Jungkook. Cuando alcé la vista vi que aún seguía mirando al mostrador, ese que hacía de palco para Yoongi y Namjoon. Ambos nos miraban como si fuésemos algún tipo de documental de animales extraños.

—¿Quién es quién? —inquirí malhumorada.

—El rubio.

—Es un amigo. ¿Me puedes explicar cómo paso la x al otro lado?

—Nunca te he oído hablar de él.

Suspiré, solté el lápiz sobre la mesa y le miré con toda la rabia contenida que había reunido en las últimas dos horas. Que me llamen loca, pero cuando Jungkook me propuso aquello de volver a vernos solo un par de segundos después de haber recorrido toda mi boca con su lengua, lo último que había pensado era que se refería a quedar para estudiar matemáticas. «Me conformaré si mañana me das más», me dijo. ¿Más qué? ¿Más números infernales?

Ah, sí, y cuando me presenté sin mi mochila del instituto y vestida con mis mejores galas, se enfadó. Que por qué no había traído mi libro de matemáticas, que cómo pensaba aprobar así... Ni un "qué guapa estás", ni un "te queda muy bien esa minifalda que te has puesto por primera vez en tu vida con el único propósito de lucir tus piernas ahora que sabes que me gustan"... nada. No es que odie las faldas, pero es una prenda que no tiendo a ponerme. Y después de estar más de media hora buscando una camiseta decente con la que poder combinarla, lo mínimo que esperaba era una mirada furtiva, pero ni eso.

Bueno, y para empeorarlo todo, la biblioteca estaba abarrotada de gente. Y cuando digo abarrotada quiero decir: ¿qué coño le pasa a la juventud de hoy en día? Era sábado, por el amor de Dios. Sábado por la mañana. Todas las personas de entre quince y veinticinco años deberían haber estado durmiendo o con resaca, no estudiando para sus exámenes en una estúpida y deprimente biblioteca. ¿Qué clase de sociedad es esta en la que vivimos?

Por lo tanto y volviendo al tema que nos ocupa... sí, no me quedó más remedio que llevarlo a la cafetería de Namjoon donde, por supuesto, Yoongi había decidido acampar o yo qué sé. Últimamente siempre me lo encontraba allí y esa vez no fue la excepción, pero ojalá lo hubiera sido. Al menos así me habría ahorrado el interrogatorio de Jungkook.

—Eso es porque nunca te he hablado de él —expliqué—. Ahora, si fueses tan amable de explicarme cómo se hace esto...

—Me cae mal.

Rodé los ojos, suspiré otra vez y, cargándome de paciencia, pregunté:

—¿Por qué?

—No me gusta cómo me mira —respondió, aunque tampoco creía que a Yoongi le gustara que un chico que le sacaba casi dos cabezas de altura y tenía pinta de pandillero le observara como si estuviera cavando su tumba en algún rinconcito de su mente. No debía ser muy agradable, no.

—Solo tiene curiosidad.

—Tampoco me gusta como te mira a ti.

De pronto me recorrió un escalofrío. ¿Es que acaso Jungkook tenía superpoderes? ¿Podía ver el pasado y, por ende, lo que había habido entre nosotros? ¿O es que realmente Yoongi me estaba mirando de alguna forma en la que se delataba a sí mismo? Sinceramente, lo último me parecía bastante improbable. Sus ojos apenas se fijaban en mí, solo miraban a Jungkook como si estuviera analizándolo. Como si estuviera decidiendo si el chico del que me había enamorado era alguien de fiar o no a través de sus gestos o expresiones. Típico de él.

Cold as Fire » jjk, pjmDonde viven las historias. Descúbrelo ahora