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No era yo. La del espejo no era yo. Sería mi prima lejana o una versión mejorada de mí que existía en un mundo paralelo, pero definitivamente no era yo. Parecía más alta, más guapa, más femenina... Parecía un montón de cosas que nunca había sido, y estaba a diez segundos de empezar a hiperventilar, porque me sentía muy incómoda. Atrapada dentro de otra persona para ir a un sitio donde tendría que aparentar ser alguien que no era durante horas.

¿Y si desaparecía? Así, sin más. Me quitaba el vestido, deshacía ese horrible moño trenzado y me escabullía por la ventana. A la mierda la gala. Podía ir a casa de Yoongi y... no sé, pedirle que me pusiera su mixtape y me hablara de sus canciones. Sabía que podía estar horas hablando de su música, y en ese momento a mí me parecía mucho mejor plan escucharle que aguantar a un montón de ricos prepotentes sintiéndose superiores por el simple hecho de participar en una subasta benéfica.

«No pasa nada, Roa, solo serán unas cuantas horas. ¿Preferirías que tu madre te cambiara de instituto? No, creo que no».

—Mírate, ¡si estás guapísima! —exclamó Yoa mientras irrumpía en mi habitación. Por un momento, creí que se estaba burlando de mí. Que dijera que yo estaba guapísima cuando ella parecía una princesa sacada de un cuento y yo un personaje secundario, tenía que ser una broma.

Admito que mi vestido me gustaba más que el suyo, pero el azul contrastaba tan bien con su piel pálida que por un segundo me hizo dudar. Además, como ella tenía una melena larguísima, su moño estaba mucho más lleno y bonito que el mío. Y ¿qué era eso que tenía por todo el pelo? ¿Perlas? Madre mía, mi teoría sobre ser el personaje secundario se acababa de confirmar. Si mi vida fuera una película, Yoa sería la actriz principal y yo la hermana rara que aparecía de vez en cuando para que ella destacara aún más.

Espera, ¿y si mi madre lo tenía todo planeado? ¿Y si me usaba para que Yoa pareciera incluso más inteligente y genial de lo que era? Ah, no, que era yo la que se negaba a parecerme a ella. Vale, falsa alarma.

—No sé, Yoa. Me siento rara. Parezco otra persona—murmuré, echándome otro vistazo en el espejo mientras ella daba vueltas a mi alrededor, entusiasmada.

—¿Otra persona que no se esconde debajo de una sudadera roñosa y un montón de ropa negra y gris?

—Yo no me escondo. Me gusta la ropa negra y gris. Y mi sudadera roñosa también.

—Vale, lo que tú digas, pero esa eres tú —dijo, señalando a mi otro yo en el espejo. Mi reflejo me miró mal. ¿De qué iba?—. Y aunque llevaras una bolsa de basura, seguirías siendo tú. No dejas de ser tú por ponerte un vestido, Roa. Es solo ropa.

—Pero... no me parezco a mí. Este moño, estos... —Levanté la falda de mi vestido y miré mis pies con la nariz arrugada— monstruos creados para torturar mis pies, todo este maquillaje... Es raro. Me hacen sentir incómoda.

—Es que los tacones son incómodos, y el maquillaje también.

—Sabes perfectamente lo que quiero decir.

—Sí, sé lo que quieres decir. Te acabas de dar cuenta de lo guapa que eres y te has asustado, es normal. A mí también me pasa cuando me arreglo un poco. —Rodé los ojos y suspiré. Estaba claro que mi hermana no pensaba tomarme en serio—. ¿Qué? ¿Acaso me vas a decir que no estás guapísima? No puedes. Estarías mintiendo.

—Pero no se trata de estar guapa o no, se trata de que estoy incómoda.

—O sea, que admites que estás guapa. —Genial, acababa de darle la razón—. ¿Y por qué te incomoda estar guapa? O, mejor dicho, ¿por qué te incomoda ser guapa? ¿Es porque te habías convencido a ti misma de que eres fea y ahora ya no puedes seguir haciéndolo? Cuéntame, te escucho.

Cold as Fire » jjk, pjmDonde viven las historias. Descúbrelo ahora