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Encontré mi objetivo al instante, como si mis ojos tuvieran la misma capacidad de reconocimiento que las retinas robóticas de Terminator. Mi jefe y amigo Kim Namjoon estaba en una de las mesas de la cafeteria, charlando tranquilamente con... ¿ese era Yoongi? Bah, qué más daba. Estaba desesperada y, como tal, ni siquiera me lo pensé dos veces cuando me encaminé hacia ellos y tiré la mochilita que me había regalado Yoa sobre la mesa, anunciando mi llegada de la forma más brusca posible y sobresaltándolos a ambos en el proceso.

Namjoon, tan grande e imponente como era, dio un pequeño saltito en su silla y casi dejó caer la taza de café que tenía en la mano gracias al susto. Luego, al comprobar que la que había intentado matarle de un infarto era yo, se quitó uno de los auriculares que compartía con mi otro amigo y me miró en busca de explicaciones.

Yoongi, por el contrario, ni se inmutó.

—Buenos días a ti también —se pronunció primero el rubio platino—. Yo también me alegro mucho de volver a verte, desertora.

—¿Qué pasa? —preguntó mi jefe después—. ¿Qué haces aquí? Te he dicho que no quiero que...

—Hay dos chicos.

No entré en más detalles, pero tampoco hizo falta. Namjoon y Yoongi compartieron una mirada cómplice y, automáticamente, orientaron sus sillas hacia mí. Mi jefe se cruzó de brazos y apoyó la espalda en la suya mientras decía:

—Uno. Hay un chico.

—No, son dos —repliqué—. Dos chicos.

—Uno —me corrigió Yoongi esta vez, cerrando el portátil que había en el centro de la mesa y del que salían los auriculares que había compartido con Nam hasta mi aparición—. Puede haber diez chicos, pero siempre es uno.

—¿Y bien? —insistió Namjoon sin darme lugar a réplica—. ¿Cuál de ellos es?

Los dos me observaban serios, expectantes. Era peor que un examen, sentía más o menos la misma presión. La única diferencia era que, en ese caso, había estudiado forzosamente y me sabía la respuesta muy pero que muy bien. Me di cuenta de que ni siquiera tenía que pensármelo, así que arrastré la silla que tenía delante, solté un suspiro derrotista mientras me dejaba caer sobre ella y, sin más dilación, confesé.

—El que no debería ser.

—Suele pasar —reflexionó Yoongi, asintiendo repetidas veces con la cabeza.

—¿Y tú qué sabes?

—¿Qué pasa? ¿Es que tú nunca has visto pelis de amor para adolescentes? Siempre escogen al chico malo. Son tontas.

—Tiene razón —le apoyó Namjoon—. En lo de las películas, digo. Siempre se enamoran del malo.

—No es malo —me quejé—. No le conocéis, no podéis decir que es malo.

Mientras lo decía, sentí unas ganas irrefrenables de agredirles físicamente por asumir eso de él. Incluso hice el gesto de pegarles, y ambos se inclinaron hacia atrás como si, por un momento, me creyeran capaz de soltar aquel puñetazo. No me conocían lo suficiente, al parecer. O eso, o estaban fingiendo que les daba miedo solo para no hacerme sentir ridícula. Aunque también existía la pequeña posibilidad de que, después de tantas semanas juntándome con el matón número uno del instituto, se me hubiese pegado algo de su aura peligrosa.

Por la pronta aparición de los hoyuelos de Namjoon, dudaba que fuera eso último y me decantaba más por lo primero.

—Vale, Koko no es malo —concluyó, llevándose la taza de café a los labios. Se creía que era idiota, pero yo sabía muy bien que detrás de toda esa porcelana barata estaba escondiendo una sonrisita de las suyas.

Cold as Fire » jjk, pjmDonde viven las historias. Descúbrelo ahora