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Me incorporé un poco, tratando de procesar que me había quedado dormida encima de Jungkook durante dos horas completas y que había estado tan a gusto que no me había despertado ni una sola vez. Impresionante, la verdad. Aunque me parecía aún más impresionante el hecho de que él me hubiera dejado usarlo de almohada. Si no fuera porque las quejas no tardaron en llegar tan pronto como me desperté, casi me hubiera asustado.

—Me has babeado la camiseta.

—No es verdad —repliqué mientras me frotaba los ojos, justo como Yoa había hecho unas horas antes. Sería cosa de hermanas—. Yo no babeo.

—Sí, babeas. —Jungkook me arrancó su auricular sin previo aviso. Ya no estaba sonando música, así que no recordaba tenerlo puesto—. Y roncas.

—¡No es verdad!

—Y te pesa la cabeza.

—Eso sí —admití—, pero es porque tengo un cerebro muy grande.

—Sí, seguro.

No planeaba defender una mentira como esa, así que, en el tiempo que los demás abandonaban sus sitios y bajaban del autobús, yo bostecé, me estiré y me peiné el pelo con los dedos mientras reunía (o más bien intentaba reunir) la fuerza de voluntad suficiente para unirme a ellos. Y también mientras Jungkook me observaba con evidente disgusto; demasiada naturalidad, supongo.

Sin embargo y a pesar de todos mis esfuerzos por desperezarme, no pasaron ni diez segundos antes de que los párpados se me cerraran de nuevo. Quería bajar, claro que sí, pero también quería seguir durmiendo. Me había levantado demasiado temprano y yo no estaba acostumbrada a esos horarios tan inhumanos, y entre eso y que era un poco (bastante) dormilona, digamos que lo de mantenerme despierta se me estaba complicando.

—¿Te vas a levantar hoy o mañana? —me apremió el pelinegro mientras yo mantenía los ojos cerrados y la espalda reclinada en el asiento. También tenía los dedos entrelazados sobre mi estómago, en plan muerto.

—Ya voy, Koko. Necesito un momentito para asimilar que tengo que moverme. —Abrí un poco el ojo derecho para verle. No estaba muy contento con la idea—. No me mires así, un gran poder conlleva una gran responsabilidad.

—¿Acabas de citar una frase de Spiderman para justificar lo floja que eres?

—Efectivamente.

Le oí resoplar, y un momento más tarde suspiró. Si seguía soltando aire, se iba a desinflar como un globo. Pasó por lo menos un minuto entero en absoluto silencio hasta que me preguntó:

—¿Sabes que hay siete mil setecientos millones de personas en el mundo?

—Sí, ¿y qué?

—Que tú eres la más tonta de todas. —Separé los labios, dispuesta a replicar, pero las palabras se me quedaron en la garganta cuando sus manos me cogieron por la cintura y me levantaron en el aire. ¿Por qué tanta fuerza? ¿Y por qué sentía mi cintura tan pequeñita bajo sus enormes manazas?—. Venga, vamos. No hagas que me cabree.

—Si te cabreas es porque quieres —espeté, dejándome arrastrar por él. Sabía que no había mucho que hacer, resistirme habría sido en vano—. Además, ¿cómo sabes que soy la más tonta del mundo? ¿Conoces a siete mil setecientos millones de personas?

—No me hace falta conocerlas para saberlo, eso es lo peor.

—Auch —me quejé, y seguidamente me reí—. Bueno, por lo menos ya soy la mejor en algo.

Negó con la cabeza, pero no dijo nada. En cambio siguió arrastrándome por el pasillo del autobús, sujetándome en plan "pesas cinco gramos y medio y podría sostenerte con un solo dedo" mientras los demás se apartaban literalmente para dejarnos paso. No sin antes dedicarnos miradas curiosas y suspicaces, como siempre. Pero a pesar de que seguía sin gustarme ser la comidilla de todo el instituto, a mí ya no me podía dar más igual lo que pensaran. Al fin y al cabo, siempre había sido así, ¿no? Ellos inventando rumores sobre mí y yo haciendo oídos sordos. ¿Qué más daban un par de rumores más?

Cold as Fire » jjk, pjmDonde viven las historias. Descúbrelo ahora