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Nunca había sido aprensiva con la sangre, pero cuando la sangre en cuestión era mía y estaba saliendo de mi dedo a borbotones como si de una fuente infinita se tratara, tenía que admitir que la imagen impactaba lo suficiente como para sentirme un poquito mareada, sí. Y dolía. Vaya si dolía. Dolía como su puta madre, hablando mal y pronto. Pero supongo que me lo merecía, por fisgona.

—¿Se puede saber en qué mierda estabas pensando? —me preguntó Jungkook no muy contento mientras me envolvía el dedo con un paño. Había tardado entre cero y cero coma dos milésimas de segundo en llegar hasta mí después de que me cortara y, por lo tanto, soltara aquel patético gritito. Se había desvanecido, como los vampiros. Un momento estaba en el otro extremo de la mesa y al otro estaba junto a mí—. Tienes que tener más cuidado, joder.

—¿Puedes dejar de reñirle cada vez que se hace daño, Jeon? —se quejó Jimin, quien también había acudido como si estuviera en mitad de un incendio y necesitara ser rescatada—. No creo que lo haga aposta, ¿sabes?

—¿Dónde cojones tenías la cabeza? —continuó reprochándome el primero, ignorando completamente al segundo—. ¿En Narnia?

Si quería haber sonado poética, podía haberle respondido «no, en tu sonrisa», pero nada de lo que estaba pasando era poético. Sobre todo porque estaba... Me sentía... Ni siquiera podía describirlo. Jungkook había sonreído por primera vez, pero no me había sonreído a mí, sino a Minhye. No a la persona que llevaba rogándole que sonriera semanas, no, sino a una chica en la que, supuestamente, no estaba interesado lo más mínimo. No le había visto sonreír nunca, y va y lo hace justo cuando está enfadado conmigo. Y no a mí, sino a Minhye.

Que vale, que había sido una sonrisa muy pequeñita que apenas se resumía en una leve elevación de sus comisuras, pero eso, según el diccionario, seguía siendo una sonrisa. Una mucho más notable y perceptible que cualquiera de las que me había dedicado a mí. Y estaba... estaba...

Exagerando. Eso es lo que estaba haciendo: estaba exagerando.

—Me he distraído —expliqué simplemente, manteniendo mi mirada ocupada en las manos de Jungkook envolviendo la mía. Grave error, porque era la primera vez que me fijaba en ellas y me acababa de dar cuenta de que eran muy bonitas. Muy masculinas. Muy...

—Venga, vamos —dijo cortando de raíz mis pensamientos, gracias a Dios. Aún así, tardé un poco más en salir de mi extraño trance. Más o menos hasta que comenzó a tirar de mí—. ¿Puedes caminar de una vez?

—¿Para ir adónde?

—¿A que te miren la herida, por ejemplo?

Habría sido lo lógico, sí, pero aún así no di ni un solo paso. Me acababa de dar cuenta de que todo el mundo había dejado de hacer lo que fuera que estaba haciendo para comprobar si estaba bien. Hobi, Yeri, Taehyung, Yoa... Incluso Minhye. Todos me miraban como si yo misma acabara de atravesarme el abdomen con un cuchillo de dimensiones astronómicas. Me parecía un pelín excesivo, porque, a ver, la herida era profunda, pero no iba a desangrarme por eso ni mucho menos.

Solo había una persona de entre todos los presentes que me miraba esbozando una sonrisa triunfal que, por supuesto, yo había decidido omitir. Se alegraba, el muy capullo.

—¿Te duele? —quiso saber mi hermana. Yo negué para no preocuparla, porque, gracias a la presión que estaba ejerciendo Jungkook con el paño, el dolor estaba remitiendo y quedándose en un pequeño escozor—. Jeon tiene razón, deberías ir a que te lo miraran.

—Sí —dijo Jimin—, deberíamos ir a la enfermería.

—¿Deberíamos? —repitió Jungkook, mirando a Jimin de arriba abajo con una mueca de asco impresionante—. Tranquilo, Park, yo la acompaño. Tú quédate aquí jugando a las cocinitas.

Cold as Fire » jjk, pjmDonde viven las historias. Descúbrelo ahora