26 - Los momentos familiares, a veces son muy incómodos

377 41 18
                                    

"Es increíble que todavía me duela el cuerpo. Si ya ha pasado casi una maldita semana", maldijó disgustada con la ligera ola de punzadas que le comenzó a brotar en sus heridas vendadas, ignorando por completo el hecho que durante ese tiempo, hubo ocasiones en las que se había excedido.

Por un momento, Fumiko quiso levantarse de su futón, solo para darse cuenta que no podía.

Se sonrojó fuertemente al verlo tan cerca. ¿En qué momento había llegado?

Kyojuro seguía en modo koala y por ende, ahora la tenía sostenida de la cintura, manteniendo los ojos cerrados y respirando lentamente.

La noche anterior después de cenar todos juntos, se suponía que el demonio se quedaría en la habitación con su padre, de todos modos, el hombre se había comprometido a cuidarlo.

Fumiko levantó una mano para sobarse el puente de la nariz. Qué comprometido.

Suspiró irritada con la esperanza de alejar aquel sentimiento en cuanto se concentraba en algo más interesante. ¿En serio Kyojuro estaba dormido o solo tenía los ojos cerrados? ¿Los demonios podían dormir?

Quiso picarle la punta de la nariz para tratar de responder a sus preguntas, pero antes que lograra hacerlo, la puerta de su habitación fue deslizada con rapidez.

—¡Nakamura-san! ¿Has visto- —. Y antes que el antiguo pilar pudiera terminar su pregunta, recibió un almohadazo en la cara.

Por un lado, sí se había asustado, pero por otro, Fumiko había adivinado rápidamente de quién se trataba, por lo que aprovechó para "accidentalmente'' golpearlo.


—Con todo respeto Rengoku-sama, pero si va a ser así de descuidado con su hijo, le pido que por lo menos tenga la decencia de tocar primero—

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

—Con todo respeto Rengoku-sama, pero si va a ser así de descuidado con su hijo, le pido que por lo menos tenga la decencia de tocar primero—. Le regañó ella rápidamente mientras jalaba un poco de las sábanas de su futón para cubrirse el cuerpo.

Había noches en las que hacía mucho calor, así que ella dormía solamente con los vendajes que le cubrían el busto, siendo esa mañana una de esas veces.

Quitándose el suave objeto lo más rápido que pudo, él volvió a escanear la habitación realmente angustiado.

—¡Sí! ¡Aquí está! ¡Cierre la puerta de una vez!—. Le gritó Fumiko, tapándose la cara con la tela y encogiéndose en su lugar.

Shinjuro no pudo sentir mucho alivio cuando comenzó a sudar con toda la cara enrojecida. En un parpadeo, toda la desesperación por no haber encontrado a su hijo en el mismo lugar en el que lo había dejado, se convirtieron en vergüenza ahora que ya había visto dónde estaba, pero sobre todo, en qué circunstancias.

—¡Cuánto lo siento!—. Gritó el patriarca mientras se tapaba los ojos con su mano y volvía a cerrar la puerta apresurado.

—Grosero irresponsable—. Dijo bajo su aliento una vez que tuvo su privacidad de vuelta, mientras intentaba con todas sus fuerzas que su cuerpo le dejara de arder por la pena.

El calor de tu sonrisaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora