2 - Residencia Rengoku

687 55 2
                                    

—Ummm... ¿Cuál- cuál es su nombre señorita?—. El chico frente a ella le preguntó, viéndose verdaderamente nervioso.

Justo como se lo había pedido aquel muchacho, Fumiko ahora se encontraba en su hogar, frente a una copia idéntica de él, pero más joven y con una esencia totalmente diferente.

En pocas palabras, en lo que él hablaba con su padre, aquel muchacho le había pedido a su hermano menor quedarse con ella.

—Nakamura Fumiko...—. Le respondió en voz baja, con la mirada pegada en el suelo.

Su pecho se sentía vacío, las ojeras le pesaban y cada fibra de su ser estaba debilitado.

—Yo- yo soy Rengoku Senjuro. Mu- mucho gusto—. El chico se inclinó torpemente al suelo por lo tembloroso que se encontraba.

Además de la manera tan rara que estaba actuando, Fumiko pudo detectar en su esencia que el chico realmente no tenía idea de qué hacer.

Senjuro no era tonto. Por el modo que su hermano le había pedido quedarse a acompañarla sin ninguna explicación y juzgando lo terrible que ella se veía, de inmediato había entendido que algo muy malo había pasado. Y ahora, tenía miedo de empeorar la situación.

—Un placer—. Susurró ella, sin moverse.

En cuanto el chico levantaba la cabeza, regresó el silencio terrible de cuando su hermano los había dejado solos.

¿Su hermano?

No tenía idea de cuál era su nombre.

—¿Cómo... Cómo se llama tu hermano?—. Preguntó de pronto la chica, tomando desprevenido al muchacho.

—Kyojuro. Rengoku Kyojuro—. Respondió mientras ponía una cara ligeramente agobiada.

Era el colmo, primero su hermano traía una chica que no conocía y encima él tampoco se había presentado con ella.

—¿Su- su familia sabe que está aquí?—. Pensando rápidamente en otro tema, Senjuro apretó un poco la tela de su pantalón en un intento de calmarse.

—Por favor, háblame de tú—. Le pidió ella, sintiendo una ligera vergüenza por la formalidad del chico antes de negar con suavidad. —Estoy sola... Realmente no tengo a nadie que me espere en casa.

Al menos ya no.

Senjuro levantó los hombros y apretó los dientes mientras ponía una cara apenada. Justo quería evitar que algo así sucediera.

—Ya- ya veo...—. Balbuceó como pudo, mordiéndose la lengua en auto regaño. —¿Cuántos años tienes?—. Intentando remendar su error, Senjuro prefirió evadir el tema.

—Tengo 17—. Extrañamente, la esencia tan nerviosa del chico frente a ella le había activado una especie de instinto maternal que la impulsaba a tranquilizarlo a pesar de todo. Y eso le levantó muy poco su ánimo. —¿Y tú?

—Yo 11—. Como si él también hubiera notado el pequeño avance que había hecho con la chica, sus nervios también se calmaron un poco.

...

—Eso es increíble, Senjuro-kun—. Escuchó de pronto la voz de la chica que recién había traído a su casa.

—¡Sí! Cuando crezca, ¡yo también me convertiré en un Pilar!—. Exclamó su hermano emocionado.

Curioso de lo que estaban hablando, Kyojuro entró a la habitación suavemente, encontrando a Senjuro mostrando su espada nichirin a la chica, mientras ella sostenía una pequeña sonrisa a pesar de que sus ojos todavía tenían rastros de tristeza.

El calor de tu sonrisaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora