Fenrir, el lobo encadenado

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Calor. Esa sofocante sensación de angustia. Esa sensación de estar completamente expuesto a cualquier cosa que el sol, estaba dejando a su paso. Atado de manos a un bestia, grande y lanuda apestosa y tenía una cara larga y demasiado aburrida muchas rumeaba y a su espalda, transportaba una especie de bolsa y joroba que se contoneaba con cada movimiento, me llevaba a un sitio que desconocía completamente.

Jadeando, y sintiendo la arena cálida sobre mis dedos descalzos, las gotas de sudor comenzaron a bajar por mi frente pero, debido al intenso calor y de lo poco cubierto que mi cuerpo estaba, se me estaban haciendo heridas importantes que a pesar de que se cicatrizaban, dolían.

Mirando a donde podía, ya que el trasero de este animal me lo impidió, me di cuenta que había por lo menos 7 u 8 caravanas llenas de personas, animales, tiendas para pasar la noche y algunas otras cosas mas que no sabía ni para lo que servían. Me habían colocado en la última caravana y las personas que me habían comprado, me miraban con superioridad o al menos, eso es lo que el hombre me daba a entender ya que, la niña me miraba con suma inocencia mientras esbozaba una sonrisa. Yo ya sabía que ella no me entendía. Bueno, en general, sabía que nadie me entendía ya que, al no hablar el mismo idioma, se hubiera creado una completa confusión. 

Al caer la noche, ellos comenzaron a hacer cosas extrañas. Hicieron un gran circulo cerca del oasis en donde acamparíamos mientras ponían unas peculiares tiendas de campañas que eran redondas. El hombre que me había comprando, tirando de mi, hizo que cayera en la arena que ahora estaba mas fría y atándome a un gran árbol, me miró durante un momento para así, acto seguido, darse la vuelta y volver por el mismo lugar donde estaban las otras personas. Tal vez, en un acto de misericordia, me dejarían a merced de cualquier animal salvaje para que me comiera vivo y acabar con todas las vidas que tuviera.

Suspirando, miré arriba un momento y a pesar de que los extraños árboles se mecían por el viento que comenzaba a levantarse, el cielo que se extendía ante mi, era de lo más hermoso que pude apreciar. No supe cuanto tiempo estuve admirando el cielo que, no me di cuenta como unos pasos tranquilos se acercaban a mi. 

Bajando mi mirada, me asusté un poco al comprobar que se trataba de esa niña que siempre me daba dulces sonrisas a pesar de que yo era un esclavo de lo que deduje de su padre. En sus manos, había un cuenco de madera con un contenido ligeramente sospechoso ya que, era grisáceo acompañado por tropezones de lo que deduje que era carne o pan. 

-'ahdart lak hadha litakulah -dijo la niña sonriendo.

-No te entiendo -ladeé mi cabeza.

-'ahdart lak hadha litakulah-repitió un poco mas despacio.

-No-Entiendo-Lo-Que-Quieres-Decir -dije lo más despacio que pude pero ella solo ladeó su cabeza hacia la derecha.

-'ala tafham ma 'aquluhu? -y ella, al ver la expresión confusa que puse, sonrió- Sawf 'uealimuka. Adhn nastatie altahaduth.

Y sin decir nada mas, se sentó enfrente y cogiendo el cuenco que llevaba en las manos, cogió su contenido y haciendo que se lo llevaba a la boca, me lo extendió. Creo que quería que comiese. La miré y a pesar de que eso se veía mucho mas apetitoso que la comida que me ofrecían en ese barco, lo tuve que rechazar mientras ladeaba la cabeza. Ella, al ver mi negativa, volvió a insistir y a pesar de que mis tripas hacían un ruido espantoso por el hambre que sufría, lo rechacé de nuevo. Ella, en un último intento, cogió una gran porción con su mano y acercándolo a mi boca, le di un duro manotazo mientras fruncía el ceño. 

El bibliotecario y el guardiánDonde viven las historias. Descúbrelo ahora