Una potente droga

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Durante todo el viaje, ya que eran cerca de 3h hasta llegar al lugar, estuvimos hablando de temas triviales mientras comíamos cosas que ella gustosamente, nos compró antes de venir a recogernos, chocolate caliente junto con unos macarons de colores y unos croissant de crema ya que, los dos no habíamos desayunado nada.

Era curiosa la forma en la que una persona, a la que no te cae demasiado bien, comienza a formar parte de algo que tú no sabes ni de lo que se trata. Tal vez era, porque había decidido confiar en Des en vez de en ella.

Anna nos daba, por el camino, copas de vino aunque siempre Des las rechazaba. No porque no le encantara el alcohol si no, porque no tenía una alta tolerancia. Hasta en ese momento, era demasiado adorable. También, ella nos contaba algunas anécdotas que hasta a mi se me escaparon algunas risotadas haciendo que me llevara una mirada sorprendida de los dos.

Al llegar a Fècamp todo me pareció sumamente familiar aunque no sabía ubicar porque ya que, nunca había ido a esa ciudad. Se respiraba aire limpio y puro a pesar de estar en una zonas costera. Había un precioso acantilado; un muelle en donde habían atracados barcos turísticos, privados y pesqueros; una playa de arenas blancas; y una cuidad que no tardamos en visitar.

-Y ahora chicos -comentó Anna una vez que la limusina había parado- Vamos a divertirnos -ambos la miramos pero no protestamos mientras afirmamos a pesar de sentir todavía, esa espina clavada en alguna parte de mi corazón. 

No voy a contar todo aquello que estuvimos haciendo ya que, fue un día tremendamente largo y entretenido pero si, algunos fragmentos que a mi parecer fueron lo que llevaron a confiar en la palabra de Anna.

Estuvimos visitando todas las tiendas posibles; ella se compró todos los modelos que pudo y a pesar de que quería hacer lo mismo con nosotros, desistió por la mala cara que pusimos; nos invitó a un restaurante moderadamente aceptable para ella pero cara para nosotros; bajamos a la playa y mientras yo me sentaba en la fría arena mirando y escuchando el oleaje, me sentí por un momento nostálgico pero no duró mucho porque a Des, se pareció muy divertido hacerme un montón de fotos mientras miraba el mar. Compartíamos conversaciones banales entre los 4, conductor incluido, y a pesar de que tuve que apartarme de ellos un momento ya que, un matrimonio de edad avanzada no entendía a una muchacha debido a que ésta, hablaba árabe. Cuando me dieron las gracias, me ofrecieron una tarta de manzana que yo no pude resistir. Al llegar a donde los otros tres integrantes, les di la tarta y a pesar de que a ella no le hacía especial ilusión, le dió un generoso bocado al tiempo que seguíamos nuestra conversación y varios cafés a mano.

-Siempre me ha impresionado tu desenvoltura con los idiomas. Deberías dirigir una escuela de idiomas, ser guía turístico o traductor en grandes empresas.

-¿Verdad que si? Él debería hacerlo -añadió Des entusiasmado y yo sonreí.

-Yo no me veo en esos tipos de trabajos -di un sorbo a mi café- Me gusta demasiado el trabajo en terreno y conocer gente nueva pero.... -los miré- Eso no implica que quiera hacerlo. Lo de tener el culo en una silla durante muchas horas, no es mi pasión.

Cuando dije eso, Anna y Des se interesaron enormemente por lo que a mi me gustaba en cuanto a trabajo. Realmente no era un tema de conversación que me interesara hablar pero también participé ya que, no estábamos haciendo otra cosa.

Cuando el día comenzó a caer, ella nos invitó a irnos y durante todo el viaje, no mantuvimos conversación. Estábamos cansados pero, cuando estábamos a punto de llegar a París, ella comentó que quería pasarse por el La maison de maman G y Anna, al comprender nuestras caras, se rió añadiendo que solo quería tomar una última copa al lado de dos chicos guapos y claro, la creímos.

El bibliotecario y el guardiánDonde viven las historias. Descúbrelo ahora