Un juego de 3

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No supe cuanto tiempo estuve durmiendo pero, cuando abrí los ojos lentamente, sentí una ligera punzada que corría cada parte de mi cuerpo que parecía completamente apaleado. Como si, un millar de coches me hubieran atropellado. 

Dándome la vuelta y abriendo un poco más los ojos, me di cuenta que no era mi casa o la de René si no, la de Des. ¿Qué estaba haciendo aquí? pensé aturdido al tiempo que me sentaba en la cama. Notando como algo húmedo caía sobre las suaves sábanas del chico más alto, lo miré y me di cuenta que era una pequeña toalla rosada. Supongo que él me lo puso porque me había subido la fiebre. Mirando a todas partes, no escuché ruido alguno que no fuera el agua de la ducha correr y el leve canturreo de Des que estaba dentro del cuarto de baño. Suspirando, me quedé durante un instante mirando hacia la ventana que tenía en su cuarto y a pesar de que solo veían pequeños rastros de luz que se escapaban por los agujeros, sentía un poco el calor que emanaban de ellos. 

Escuchando como la cañería de agua se apagaba, me sentí un poco inquieto y más, cuando minutos después, salió Des completamente desnudo, tapado por una larga y ancha camisa negra y con el pelo chorreando soltando a través de su cuerpo que no estaba cubierto, pequeñas cantidades de vapor. Él, al darse cuenta que yo estaba medianamente despierto, corrió a mi encuentro y antes de que me diera cuenta, se abalanzó sobre mi haciendo que sintiera su cuerpo cálido, su pelo mojado y su rostro helado.

-¿E-Estás bien? -preguntó nervioso.

-M-Me estás ahogando, Des -escuché como su corazón latía muy rápido mientras sentía su fuerte abrazo.

-Perdón -vi que estaba avergonzado mientras movía las manos con nerviosismo- ¿Cómo te encuentras?

-Como si me hubieran atropellado 1.000 veces -dije con tono de broma.

-Tenías mucha fiebre. Marta pensó que podías morir -creo que él también lo pensaba.

-¿Donde está ella?

-Se fue con mi abuelo a pasar una temporada en su casa. Albert me lo pidió.

-¿Y Miriam? -pregunté ya que, la casa se sentía vacía.

-Si me preguntas donde está, no sabría que responderte. Teóricamente está trabajando en su despacho pero... -vi que se rascaba la nuca nerviosamente- Sé por Eliot, que alquiló un pequeño apartamento hace unas semanas.

-¿Como es que lo sabe Eliot antes que tú? -pregunté pero creo que ni él sabía que responder.

Era algo difícil saber que se traían esos dos entre manos y cuanto habían avanzado, si es que lo habían hecho. Conociendo a Miriam, era mas probable enterarse de esas cosas por terceras personas que por ella misma. Suspiré, y por primera vez desde que me desperté hace apenas unos minutos, me fijé completamente en Des. Solo, para asegurarme que él había estado bien en mi ausencia aunque, se que Des se estaba fijando en ese detalle.

-¿Por qué me miras así? -creo que no quiso sonar demasiado hosco.

-Te ves bien -sonreí- Por un momento, llegué a pensar que te habías declarado en huelga de hambre si yo no estaba.

-A mi no me hace gracia -suspiró.

-Perdón -esta vez el que estaba nervioso era yo- Creo que te debo algunas...Explicaciones.

-Unas cuantas -se aclaró la garganta- ¿Por qué te has cortado el pelo? Te ves muy raro y un poco más, y te quedas calvo.

-¿No te gusta? -pregunté pasándome la mano por mi escasa mata de pelo.

-No es eso lo que quise decir -tragó saliva- Es solo que...Simplemente no me lo esperaba. ¿Cuándo te lo cortaste?

-Al siguiente día que estuvimos en el parque de atracciones. Creo recordar que me dijiste algo como que te gustaría verme con el pelo cortito. 

El bibliotecario y el guardiánDonde viven las historias. Descúbrelo ahora