Cuando la comunicación se cortó, me llevé las manos a la cabeza pensando una y otra vez, que podría haber pasado. Nervioso y muy tenso, marqué a duras penas el número de Gabri. Necesitaba saber que es lo que estaba ocurriendo o por lo menos, en que hospital estaban.
Cuando la llamé, comentando todo aquello que Eliot me había dicho, ella tampoco estaba al corriente de lo sucedido pero que preguntaría en todos los hospitales que hiciesen falta, para saber en cual estaba mi hija, mi hermana y el descerebrado de su hermano. También, me comentó, que en 10 minutos, estaría en la puerta de mi casa y cuando Gabri dice algo, realmente lo cumple.
No es que fuera un histérico pero desde que Leo no está a mi lado, mi hija prefiere pasar mas tiempo con su tía y mi mundo se ha vuelto un poco mas gris. Me había convertido en un auténtico lunático. Tanto así, que me causaba un poco de miedo, hasta la más mínima cosa pero, lo que si me causaba terror, era quedarme completamente solo.
Levantándome del sofá, dejando los cuadernos encima de la mesa, algunas hojas sueltas cayeron al suelo pero como no quería entretenerme, ya que eran esas hojas perdidas que Leo me había dado tiempo atrás, no las presté mucha atención. Al menos, de momento.
Fui hacía la habitación y cogiendo lo primero que vi del armario, cogí un jersey blanco, unos pantalones vaqueros grises, unas deportivas blancas y mi gabardina marrón. Abrí la puerta del baño y echándome un poco de agua en la cara, recibí una llamada y cuando contesté, la voz de Gabri se hizo notar al instante.
-¡¿Dónde estás?! -preguntó de manera brusca al otro lado de la línea.
-¿Ya estás abajo? -pregunté nervioso.
-He llegado antes de lo que pensaba. No paraba de pensar en lo que me has contado.
-Voy para abajo -y dicho esto, colgué.
Saliendo del baño, fui a la entrada y cogiendo las llaves, bajé las escaleras lo más deprisa que pude cuando cerré la puerta. No quería que Gabri me volviera a llamar y por mi parte, también estaba muy atacado de los nervios. Estaba claro que, ninguno de los dos, iba a pasarlo bien. Una vez abajo, enseguida divisé el coche de Gabri y antes de que me dijera algo, entré. Estaba espectacular con ese vestido ceñido verde oscuro, su chaqueta de cuero blanco, unas medias negras y unos botines blancos con un tacón impresionante pero sobre todo, su pelo pelirrojo, completamente suelto y rizando cayendo sobre sus hombros.
-Agárrate fuerte al asiento -sus uñas tenían el mismo color que sus labios. Del color de la sangre.
Pero no pude decir algo ya que, una vez que me había puesto el cinturón, ella apretó el acelerador haciendo que mi cerebro, se comprimiera de alguna manera. Era una completa loca al volante y ella, lo sabía. Sinceramente no se contenía y por mucho que le decía que aminorase la marcha, hacía todo lo contrario. Con razón, a Leo no le gusta que ella conduzca.
Yendo a todos y cada uno de los hospitales que había, todos nos daban una respuesta negativa. No había entrado nadie con esos nombres ni apellidos. A cada hospital que íbamos, siempre nos daban la misma respuesta y a pesar del cabreo aumentado de esta mujer, yo tuve que contener lo que tenía dentro. Me estaba muriendo por dentro. Gabri aparcó en un estacionamiento cerca de la entrada y cuando salimos del coche, tuve un pequeño deja vú ya que, se trataba del Hospital de la Pitié-Salpêtrière. El mismo, que había descubierto que Leo era un licántropo.
-Deben estar aquí...
-Si después de los 39 hospitales que hemos visitado no están aquí.... -paró de hablar ya que, creo que iba a decir una palabrota bastante gorda- Y eso que solo hemos visitado los de asistencia pública.
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El bibliotecario y el guardián
Random¿Creéis en el destino? ¿Pensáis que la sangre une algo mas que el destino? Eso es lo que pensaba Leo al encontrarse nuevamente con aquella persona que había jurado proteger pero, tenia un ligero problema. La luna es su peor enemiga. Des, es un bibli...