Un trabajo digno

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No sabría realmente explicar cómo llegamos a este punto pero una cosa estaba claro, no sería fácil salir de esta situación tan extraña.

Mili, mi vecina de arriba, nos llevó hasta la entrada de un edificio que parecía que se podía caer con solo mirarlo. Sus paredes estaban como si recientemente hubieran puesto directamente las pilas de ladrillo ya que, debido a la pintura desgastada, le daba un aspecto un poco ruinoso; Sus ventanas, en su mayoría si es que había alguna libre, estaban rotas. No había puerta, aunque parecía como si se la hubieran comido ya que, el marco estaba arrancado. La verdad, si que daba pena verlo.

Miré de nuevo de lado a lado, por si acaso Mili se había equivocado de lugar pero, a cada edificio que miraba, estaba mucho peor que el anterior. Una auténtica joyita que habíamos ido a parar.

-Quedaos aquí un momento. Seguramente que Nadir saldrá antes de que yo haya desaparecido del todo. Tú ya lo conoces, Agatha -miró a la mujer que todavía sostenía a Declán entre sus brazos.

-¿Nadir? -pregunté pero nadie me contestó ya que, la mujer se había ido- ¿Quién es Nadir?

-Soy yo -dijo alguien a nuestra espalda haciendo que un escalofrío me recorriera la columna vertebral. Dándome la vuelta, ya que Agatha siempre miraba al hombre con cierto respeto, pude ver quien era esa persona. 

Era un hombre grande, fuerte e imponente; De piel tan negra como el carbón, estaba siendo tapada por un elegante traje gris; En sus enormes manos, aparte de tener 5 pares de anillos en cada mano, podrían ser terribles y al mismo tiempo, delicadas; No tenía apenas cejas y sus ojos, tenían un tono marrón muy oscuro pero al mismo tiempo, eran ávidos de algo que no llegué a comprender; Su cabeza estaba rapada aunque tenía un ligero bigote sobre su boca pero, lo que me impactó fue, que tenía una larga cicatriz que le cruzaba la cara.

Nos miró alternativamente y poniendo una mueca de asco, o tal vez de disgusto, nos hizo una seña para que lo siguiéramos hacia el interior del edificio. Miré a Agatha y sentí que en sus movimientos, no le estaba gustando esto. Debería de estar en su misma situación pero me encontraba, terriblemente....¿Excitado?

Siguiendo a este gorila, ya que visto desde atrás se movía como uno, nos condujo por un enorme pasillo que olía a rancio. Si lo de afuera parecía miserable, lo que había dentro, parecía la tristeza impregnada. Las paredes carecían de brillo y las puertas, habían perdido el color y solo se veía el color de la madera gastada. 

Nadir abrió una puerta y ''nos invitó'' a entrar en la habitación que olía igual o peor que el pasillo y ni siquiera me atrevía a mirar a mi alrededor. Metidos en una especie de sala oscura, me sentí algo cohibido. Sabía que debía de sentir pavor, pero algo en mi interior se revelaba a tenerlo. Nada, nadie mas bien, podría ser más terrorífico que mi otra parte. Aunque, eso nunca lo diría en voz alta.

-Esperad aquí -dijo el gorila que nos había conducido a la sala. Se le hinchaban las aletas de su nariz.

No esperó a que le respondieramos porque se fue por la puerta por donde habíamos entrado, aunque supongo que era un hombre muy parco en palabras. A penas nos había dirigido a Agatha o a mí la palabra. Eso o que simplemente, no le gustaba hablar con nadie ajeno a su entorno.

Realmente, no sabía cómo tomarme este tipo de situaciones pero siempre, acababa en algún tipo de líos o situaciones un tanto comprometidas. Suspiré y comencé a dar vueltas por la habitación mientras Agatha empezó con una pequeña rabieta mientras calmaba a Declán que se mantenía inquieto entre sus brazos. Cualquiera le diría que me lo devolviera.

El bibliotecario y el guardiánDonde viven las historias. Descúbrelo ahora