Capítulo 08: El viejo Tuxdel (5)

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V.


Con la última advertencia de Rookwod debí haber imaginado que sería un mal día.

Aun así, no fue hasta que estuve en el suelo (llena de barro y estiércol) que comencé a entender sus palabras. Pero no me adelantaré a esos hechos.

Veamos...

Me desperté muy temprano al igual que el día anterior. El golpe en la cabeza se reducía a un dolor punzante, no muy molesto pero persistente.

Junto a Freya tomé un baño helado y de nuevo sólo sufrí al principio antes de mi cambio de color. Al verlo Freya mencionó que a lo mejor mi cabello podría tornarse rojo si ponía los pies en las brasas o algo así. ¿De dónde sacaba ideas tan peligrosas? Los niños podían llegar a ser aterradores.

—No voy a hacer eso —dije mientras salíamos de casa. En medio de la bruma podía verla caminar alegremente a mi lado—. ¿Y si no pasa nada y me quemo los pies? No quiero quedarme sin ellos.

—Podrías volar —señaló Freya—. No habría mucho problema.

—Claro —respondí con sarcasmo—, que bueno que sé volar.

—Mmm, quisiera verte volar. ¡Ya sé! ¡Vamos a practicar imitando a los pájaros! Le diremos a Täusch y Bauch que nos ayuden. A lo mejor pueden aventarte del techo o algo así.

Más ideas peligrosas. Traté de recordar mi propia niñez, buscando algún momento en el cual yo misma hubiese pensado en cosas así. Pero no... Yo siempre había sido una niña muy tranquila que no daba problemas.

Yo...


«—¡Papá mira! ¡Voy a volar como un pingüino!

—¡¡Por dios, Korelia!! ¡Los pingüinos no vuelan! ¡¡Bájate de ahí!!

—Deberá llevar ese yeso todo el verano...»


—¿Korelia? —Freya me llamaba, me había quedado mirando a la nada—. ¿Qué tienes?

—Ayudemos a tu hermana —dije evasiva.

Tan pronto como abrí la puerta del granero emergió una pequeña sombra en el suelo. Mi primer impulso fue gritar por la sorpresa; Era un pequeño porchi y no se detuvo al verme, sino que enbistió mi pierna para escapar del sitio mientras yo caía al suelo lleno de paja.

—¡Ay! —grité enojada—. ¿Qué le pasa?

—¿Te caíste? —preguntó Freya, preocupada.

—Me tiraron —respondí con el ceño fruncido—, es muy distinto.

—¿Niñas? —Al fondo junto a los Kambras se encontraba Affarossa. Nuestro revuelo llamó su atención, asomando la cabeza por detrás de uno de los animales—. No me digan que se escapó el porchi.

—El mismo de siempre, hermana.

Affarossa chasqueó la lengua.

—Ya volverá —replicó como si no importara. Tomó el balde en el cual recogía la leche para vaciar su contenido en la lechera—. El problema será Bauch.

—¿Bauch? —pregunté a la vez que tomaba otra cubeta para tratar de ordeñar al animal—. ¿Ese es el porchi que siempre lleva?

—Ajá, siempre que lo ve fuera trata de atrapararlo porque «es solo un pequeño, un águila lo comerá si lo ve fuera solo» —dijo con una mala imitación de la voz—. Ese pequeño sabe cuidarse solo. Se asusta más al ver al loco de Bauch con su hacha y por eso huye. Una vez incluso corrieron por tanto tiempo que al final el pobre se desmayó y quedó horas bajo la lluvia... Mientras el porchi regresó por su cuenta al corral.

Blumengarten: Sobreviviendo en este mundo como una chica murciélagoWhere stories live. Discover now