Epílogo: Hacia un nuevo comienzo

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Hacía mucho frío, ¿dónde rayos me encontraba?

—No puede ser... ¿¡Es en serio!?

¿De quién era esa voz? La conocía, pero mi mente trabajaba con mucha lentitud. Me sentía abatida, todo mi cuerpo me dolía, sobre todo los brazos. Estos me hormigueaban, sentía algo raro, como una corriente eléctrica atravesándolas, o tal vez como si estuviesen envueltos en llamas.

¿Qué estaba haciendo?

Mi última memoria antes de desmayarme...

—¡¡Lächelnd!!

Abrí los ojos de golpe, tratando de reincorporarme. No pude evitar tropezar, cayendo de sentón, mirando hacia todos lados, atenta a cualquier peligro. El Kobold, la sombra con cuernos y ese extraño niño debían de seguir merodeando por aquí. La luna de la calabaza aún iluminaba con fuerza la noche, ¿cuánto tiempo había estado inconsciente?

El sonido de cortes me hizo volverme. No pude creer lo que vi, de entre todas las cosas...

Hayashi estaba a unos pocos metros de mí, en medio de toda una devastación de árboles. Esto ni siquiera parecía un bosque ya, ¿qué había pasado? Mi supuesto padre, en cuclillas, ¡usaba su cuchillo de cazador para cortar la piel del Kobold! Ese maldito realmente había acabado con él. ¡Tenía que ser una broma!

—¡Hayashi! —me acerqué corriendo—. ¿¡Qué haces!?

—Despertaste —dijo, sin volverse a verme—. Solo obtengo materiales, ahora más que nunca necesitaremos cualquier cosa que pueda ser útil.

—P-pero tú... ¿Lo venciste? ¿Cazaste al kobold?

—¿Que yo qué?

Me miró por unos segundos, antes de suspirar y regresar a lo suyo. Esto me era familiar de alguna forma. La primera vez que nos conocimos me había salvado de un espantoso gallo gigante, ¿ahora repetía su hazaña? No le haría daño hacerlo más seguido, ¿saben?

Pero, evitaba mirarme a la cara.

—¿Ocurre algo?

—¡Nada! ¡Nada de nada! —gritó antes de comenzar a carcajearse—. Sabes, si soy sincero estaba buscándote. El Kobold escapó en esta dirección, me llevó hasta ti. Luego... Pues... ¡Pues claro que tuve que derrotarlo! ¡Soy el gran cazador Hayashi!

—¿Cómo lo hiciste? ¡Espera! —Había algo más importante—. Hayashi, ese kobold no era...

—Una bestia —Hayashi suspiró—. Todo este tiempo fue el imbécil de Gupta, engañándonos —Comenzó a apuñalar a la criatura—. ¡No sabes cuánto disfruto de esto! ¡Ja, ja, ja!

—¡¡Hayashi!!

Paró de reír. Se volvió a mirarme con una seriedad que no le había visto antes. Lo observe guardar carne y piel del kobold debajo de sus alforjas antes de caminar, pasando de largo de mí. ¿Me estaba ignorando?

No. Hayashi se acercaba a... Bajé la mirada. No me creía capaz de observar a Lächelnd en aquél estado. Su carne y visceras desperdigadas... Solo recordarlo me provocaba sensaciones encontradas: Asco, ganas de atacar, de morder, poco a poco sentía que la condición de Akubat se apropiaba más de mí. Era como si la akubat latente hiciera lo posible por imponerse a Korelia Daidouji, la asalariada en una ciudad de japón.

Hayashi usó su capa para cubrir el cuerpo, envolviendolo antes de levantarlo y, con sumo respeto, llevarlo consigo.

—Vamos —dijo secamente.

—Hayashi... La villa...

—Aun debe haber Kobolds merodeando por allí —respondió—. No pienso arriesgar más el pellejo esta noche. Además, tus amigas esperan cerca de aquí.

Blumengarten: Sobreviviendo en este mundo como una chica murciélagoWhere stories live. Discover now