Parte 8
Korelia soltó un grito desgarrador, uno que combinaba toda la ira, todo el estrés, todo el dolor que mantenía dentro de ella. Pero, si alguien en aquellos momentos fuese capaz de observar el interior de su mente, no encontraría otra cosa que un torbellino de ideas revueltas, nada conexas. Sufría sí, pero no sabía exactamente la razón de esto. Solo quería desbordarlo todo con la fuerza de los vientos cortantes, destazando a todo desgraciado que estuviese presente.
—Esto es... —La mirada de Belibeth era de completa incredulidad—. Ella también... ¡También puede hacerlo!
Componiendo una amplia sonrisa, propio de un niño de su edad, ajena a su corrupta alma, Belibeth soltó una carcajada. Encontrarse con Korelia en aquel estado era más de lo que podría haber deseado. Un paso hacia adelante, sosteniendo su guadaña, el niño arrojó sendas llamas sobre ellas, flameante ataque que aquél enorme cornudo interceptó.
—¡¡No estorbes!!
Con aquél grito el Kobold saltó encima de la bestia de sombras, hincando sus colmillos en aquella extraña masa, en donde se supone se encontraría su cuello. Comenzando violentos movimientos, ayudando a aquel viento en su labor por arrasarlo todo.
Belibeth tenía que aprovechar la brecha abierta. Aquella Akubat de cabellos platinos, tras solar aquel grito no se había movido más, solo fijando la vista al suelo, respirando con dificultad, mostrando los largos colmillos.
Pero no podía acercarse. Apenas un par de pasos en su contra, su rostro fue manchado con múltiples cortaduras las cuales parecían aumentar de tamaño a medida que intentaba aminorar la distancia.
«Seré cortado en pedazos si me acerco —pensó el tipo sonriendo.»
Era increíble, un hechizo defensivo de ese nivel no podía ser elaborado por una simple niña. ¿Era acaso la albina a la que estaban buscando? No, no podía ser ella, sabía muy bien la apariencia de su objetivo. Ella era solo... la otra hermana.
—¡No creas que estás a salvo! —amenazó a la Akubat.
Debajo de la gran capa del infante, un desagradable sonido fue opacado por completo. Solo el propio Belibeth fue capaz de escuchar, además de sentir, como su brazo reventaba, aunando al sonido de huesos siendo resquebrajados. Su sonrisa se ensanchó mientras se agachaba, al tiempo que su brazo derecho, emanando gruesas gotas carmesí, tocaba la nieve.
Docenas de huesos, partiéndose, recuperándose, tomando formas espinosas, imposibles, crecieron a alta velocidad. Aquella era una extremidad ósea, imitando perfectamente las garras de las bestias más oscuras. Su presa no se inmutó, ni siquiera cuando esta, pese a ser destruida por el feroz vendaval, se regeneraba de una forma superior.
«Esto no es nada —Belibeth continuó su ataque—. Si lo único que sabes hacer es defenderte de esta forma ya has perdido.»
Un chillido y el Kobold fue arrojado delante suyo, destruyendo su gran ofensiva. El partir de cada hueso, donde algunos herían a su propio compañero, le trajo un gran dolor. Empeorando la situación, la bestia con cuernos ya lo embestía.
Esquivarlo no fue tarea fácil. Quizás, pese a haber podido esquivar el primer puñetazo, el segundo, con la misma potencia, habría destruido su cabeza. Solo talvez, no habría encontrado la manera de sobrevivir.
Pero Korelia realizó su primer movimiento.
Un parpadeo, un golpe invisible que derribó a la bestia, y Korelia ya estaba allí, asestando una segunda patada al vientre de la bestia. El niño temió ser el siguiente, pero aquella niña concentró todos sus ataques en aquél ser oscuro, como si fuera acreedor a toda su ira. La fuerza del viento misma era suficiente para arrojar por los aires al pequeño, así como evitar que el grande de cuernos fuese capaz de reincorporarse, de hacer algo por evitar cada violenta patada que inútilmente buscaba desgarrar carne inexistente... Todo mientras no paraba de gritar, ¿qué era lo que aquella niña gritaba?
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Blumengarten: Sobreviviendo en este mundo como una chica murciélago
FantasyTras el asesinato de su familia a manos de un incomprensible ser, Korelia es arrojada a un mundo fantasioso, donde adopta la forma de una las criaturas más aborrecibles del lugar: una semi-murciélago. No por su apariencia, sino por la mala fama de l...