Capítulo 07: La granja Stella y el canto de un búho (1)

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Parte 1


Fue inútil, apenas y pude dormitar durante un par de horas. El escozor en el brazo por momentos se volvía insoportable al más mínimo movimiento. ¿Qué diría Hayashi cuando me viera así? Probablemente se enojaría mucho.

Suspiré, llevándome el brazo sano a la cabeza para cubrir mi rostro por completo. Agudice mi audición tratando de escuchar el cántico del búho en el exterior, pero este no sonaba más. Probablemente se habría marchado a otra parte.

Giré de nuevo, tratando de encontrar una posición cómoda y al punto reprimí un grito. Maldición, de verdad dolía.

Que se rompa un brazo o una pierna es de lo peor que podría pasarle a la gente, pensé en ese momento. Recordé como, cuando era más pequeña, una vez Mayu se había fracturado dos dedos al tratar de arrojarse desde lo alto de un columpio. La pobre lloró bastante en esa ocasión. Mi madre tuvo que faltar a su trabajo aquel día para llevarla al médico. Me pareció divertido en su momento, pero ahora... Bueno, podía entenderla.

Mayu... pensar en mi hermanita no me reconfortaba, pero dejar de hacerlo era muy incómodo. Un grupo de locos, Frieden, iban tras ella. ¿La habrían encontrado ya?

No, por supuesto que no. Negué varias veces con la cabeza, tratando de alejar la nube de oscuras ocurrencias. Mi hermana estaba a salvo, donde quiera que estuviera, tenía que ser así...

Un sonido diferente llegó a mí, mis orejas vibraron un poco, expectantes. Por lo poco que había visto de la casita de madera, esta se conformaba por dos pisos. Abajo solo conocía la gran mesa en la cual había cenado un poco. Arriba, se encontraba el cuarto de Freya y el de su hermana mayor.

La madera crujía dentro del hogar, alguien bajaba el rellano con paso calmo, quizás tratando de reducir el rechinido al mínimo posible. ¿Habría pasado algo? Aún estaba muy oscuro afuera.

La curiosidad, sumado al hecho de no poder soportar más en cama, fue todo el impulso necesario para reincorporarme. Me acerqué con cuidado a la puerta, por suerte esta no rechinó al abrirla. Mi oído me hizo saber que, quienquiera que hubiese bajado, abrió la puerta principal para salir de casa.

Dudé apenas unos segundos, pero decidí seguir a esa persona. Sabía que no era lo más sensato, pero tampoco sentía peligro alguno. ¿Qué más daba?

Con torpeza bajé las escaleras y llegué a la puerta principal. En principio me recibió la fría brisa de la madrugada, además de una pared neblinosa. Mis harapos apenas me protegían del clima templado, haciéndome tiritar. La silueta que dejaba la casa se marchaba, confundiéndose entre la bruma.

Apresuré el paso para no perderla de vista y, hablando de ello, no podía ver mucho a los alrededores. ¿Para qué diablos saldría alguien de casa a esas horas? La respuesta llegó enseguida.

Visualicé una enorme... ¿casa? No, era una gran construcción de madera, ya algo vieja, pero que a todas luces parecía funcionar como un granero. Un sonido metálico me hizo saber que la silueta femenina que seguía había tomado un par de grandes cuencos. Con cierto esfuerzo, abrió la puerta del granero y entró, sin volver a cerrar. Con cierta cautela entré, tratando de no provocar ningún escándalo.

Dentro se sentía mucho más acogedor. Había paja por todas partes y un par de luces provenían de lo que parecían ser lámparas de aceite, los cuales la recién llegada encendía en esos momentos. Era Affarossa, la hermana de Freya. La chica vestía ya ropajes propios para el campo, un vestido de aspecto más bien austero y algo gastado, su piel sonrosada y limpia me hizo pensar que ya había tomado un baño. ¿Cómo era posible? No habían pasado más que unas horas desde que la había visto.

Blumengarten: Sobreviviendo en este mundo como una chica murciélagoWhere stories live. Discover now